Procedente de una de las familias acomodadas de Cuevas, influyó de manera decisiva en la trayectoria personal y profesional de Antonio Abellán Peñuela, I marqués de Almanzora, con el que había contraído matrimonio en 1848. La inmensa fortuna del marido le permitió dar rienda suelta a su talante liberal y generoso, practicando con asiduidad la caridad y la filantropía. En este afán de ayuda al necesitado llegó a imponerse la aportación de designaciones mensuales a instituciones benéficas que se dedicaban, sobre todo, al cuidado de los ancianos. Importantes fueron las sumas que destinó al mantenimiento del Hospital de San Antón, de Cuevas y a su tienda-asilo.

      Fruto de su unión matrimonial nacieron dos hijos. El mayor, Antonio, continuó ostentando, a la muerte de su padre, el título de II Marqués de Almanzora; mientras que Dolores heredaría el de Condesa de Algaida, título éste que le había sido otorgado a su madre por la Regente María Cristina de Austria, en nombre de Alfonso XIII, en 1887. La nominación de tal distinción nobiliaria se debía a una extensa propiedad que los marqueses poseían en Cuevas.

      Desde la aprobación del proyecto de ferrocarril Murcia-Granada por el valle del Almanzora, se convirtió en su incondicional defensora y favorecedora, pues vio en esta infraestructura un fundamento de desarrollo económico para Cantoria y toda su comarca. De ahí que cediese de forma desprendida los terrenos necesarios para el trazado de la línea férrea y el solar donde, con posterioridad, se construyó la estación de Almanzora.
 

      Su vida transcurrió entre el magnífico palacete que poseía en la calle del Pilar de Cuevas, obra del ingeniero Antonio de Falces, y la monumental casa-palacio de Almanzora, probablemente responsabilidad técnica del mismo facultativo. En esta última, se recluiría, tras la muerte del Marqués en 1903, hasta el final de sus días.