Nacido
en una familia humilde, manifiesta desde la infancia un interés creciente
por el estudio, por ampliar conocimientos y mejorar su formación. Con
doce años alterna el trabajo manual con la lectura de libros de física
y matemáticas. La mecánica es su pasión. Construir objetos a partir
de los materiales más insospechados ocupa todo su tiempo libre. Cumplidos
los dieciocho años trabaja como tornero mecánico en Almería y Melilla,
al tiempo que se matricula en el Instituto Norteamericano para estudiar
la carrera de Ingeniería industrial a distancia. En 1918 construye un
motor rotativo, o turbina de explosión, que fue la primera patente de
su invención. En ese mismo año llega a Barcelona. Alterna el trabajo
en un taller de reparación de motores de buques con la asistencia nocturna
a clases de inglés y de física.
En 1927,
con sus escasos ahorros, monta su primer taller de reparación de automóviles
y, un par de años más tarde, ya podemos ver el nombre de Artés en
el parachoques del rey Alfonso XIII. De esta fecha es la patente del economizador
de gasolina Artés, el silbato, o el invento que constituyó una
sus patentes más conocidas: la bocina de aspiración capaz de interpretar
música regional. Esta patente fue copiada en todo el mundo. Hacia 1955,
dueño de importantes fábricas de repuestos de automóvil en Barcelona,
dirige su mirada hacia Madrid y Almería. En esta última ciudad crea varias
empresas. La fábrica de “Repuestos Artés de Arcos” fue la más conocida.
Alhama, su tierra natal, disfruta también de este espíritu emprendedor.
Entre otros proyectos, recupera el balneario, proyecta una fábrica de
cajas fuertes y realiza varios sondeos hídricos que tienen como resultado
el aumento notable del caudal de aguas termales en Alhama. Su pueblo natal
y las ciudades de Barcelona y Almería recuerdan su nombre con una de sus
principales calles.