Carlos NAVARRO RODRIGO


NAVARRO RODRIGO, Carlos (Alicante, 1833 - Madrid, 1903). Político.


      Constituye el hombre fuerte, el verdadero factotum del liberalismo almeriense durante la primera etapa de la Restauración. De igual modo que Cánovas, Martos o Moret, fue de aquella generación, nacida al filo de los años treinta, que en los sesenta alcanzó sus primeros éxitos políticos. Nació en el seno de una familia humilde y, durante sus años de estudiante en el Instituto de Segunda Enseñanza de Alicante, selló una fuerte amistad, no alterada por las vicisitudes del futuro, con Francisco Giner de los Ríos. Consagró los primeros años de su juventud a la literatura, especialmente a la poesía, y al periodismo, colaborando activamente en publicaciones literarias y políticas alicantinas como La Regeneración, El Agente de Alicante, El Eco del Manzanares, La Flor, El Álbum literario y La Unión Liberal.

      Apenas creado el partido de la Unión Liberal, se fundó en Alicante el periódico del mismo nombre y Navarro Rodrigo lanzó desde sus columnas una sistemática campaña en pro del Unionismo, que sirvió de base para la formación del partido en la provincia de Alicante. En los años del Bienio Progresista (1854- 1856) trabajó en Madrid en la redacción de El Debate, donde sus “semblanzas de los diputados” le granjearon la amistad con Ríos Rosas. A través del periodismo, entró en contacto con O’Donnell. El golpe de estado de 1856 le sorprendió en Barcelona, donde trabajaba como interventor de Fomento. Regresó a Madrid por indicaciones de Ríos Rosas y publicó en El Criterio el artículo “La situación”, que llamó la atención pública hasta el punto de ser reproducido por La Época, de cuya redacción pasó a formar parte. Navarro Rodrigo fue el periodista que puso en comunicación a La Época con el general O’Donnell en el momento que éste dirigía la política española. Al declararse la guerra de África, acompañó a O’Donnell como cronista del ejército y agitó el espíritu bélico mientras el general consideró necesaria la continuación de la guerra. Retornó a Madrid a trabajar desde las columnas de La Época por la causa de la paz, cuando el militar unionista lo juzgó necesario.

      De gran ambición política, supo moverse con habilidad aprovechando una clase política todavía en formación, donde aún no había cristalizado una casta cerrada que le impidiera llegar bien alto. Leal al jefe del Unionismo, le defendió siempre en las disidencias internas del partido entre las posiciones avanzadas de Ríos Rosas y las más conservadoras de Cánovas del Castillo. En la revolución de septiembre de 1868 acertó a caer de buen lado y su nombre aparece entre los miembros de la Junta Revolucionaria madrileña, en la que defendió posiciones conservadoras. Diputado por Mallorca en las Constituyentes de 1869, fue enemigo de la interinidad de la Regencia y saludó la elección del monarca formando parte de la comisión que viajó a Italia para ofrecer la corona a Amadeo de Saboya. Nombrado subsecretario de la Presidencia con el carácter de secretario del Consejo de Ministros en el Ministerio llamado “de la Coalición”, se dedicó a trabajar por el mantenimiento de la coalición de los dos partidos en los que se apoyaba la Monarquía. Rota la conciliación, atacó duramente a Manuel Ruiz Zorrilla y se vinculó al Partido Constitucional de Sagasta. Se presentó por primera vez a las elecciones por la provincia de Almería en abril de 1872 y obtuvo el acta de diputado del distrito de Purchena bajo significación constitucional sagastina. Tras la experiencia republicana de 1873, logró su primer ministerio (Fomento) en el gabinete de Sagasta (IX-1874). Durante su paso por Fomento reguló el decreto de Eduardo Chao y solucionó el problema de los colegios de Segunda Enseñanza fundados por órdenes y congregaciones religiosas. Este decreto sirvió dos años más tarde para dar cauce legal a la Institución Libre de Enseñanza. Sin embargo, desde el Ministerio echó su poso a la derecha y abogó por una salida alfonsina del interregno de 1874. Con la Restauración se convirtió en el representante de la derecha del Partido Constitucional y consolidó su posición como el “íntimo amigo y camarada político de Sagasta”. Apareció de nuevo por Almería en 1875 y, a partir de aquellos momentos, fue el máximo animador y dirigente del partido en la provincia. Diputado en Cortes por el distrito de Purchena en 1876 y por la circunscripción de Almería en 1879, configuró a su alrededor un grupo de parlamentarios denominado los tercios navarros. Con este séquito a su servicio, Navarro Rodrigo estaba considerado como la persona de mayor preeminencia en el partido, después de Sagasta.

      Llegados los fusionistas de Sagasta al poder (1881), se convirtió en el gran cacique de la situación liberal almeriense. Impuso sus criterios derechistas en el fusionismo provincial, confrontándose con los constitucionales almerienses más avanzados, como Felipe Vilches, que no tuvieron otro camino que abandonar coyunturalmente el partido. Salió diputado por el distrito de Sorbas en las elecciones de 1881. Sus ambiciones apuntaban hacia la presidencia del Consejo o del Congreso; por ello ejerció de jefe de la derecha constitucional y entró en una política de hostigamiento a Sagasta, que tuvo como elemento significativo el apoyo prestado a la política representada por la izquierda dinástica. No llegó a separarse del fusionismo, pero, a finales de 1882 y principios de 1883, se situó políticamente entre los fusionistas y la izquierda dinástica. Fue senador por Tarragona en 1884-1885 y diputado por la circunscripción de Almería tras las elecciones de 1886. Recibió, por segunda vez, el encargo de la cartera de Fomento en 1886, con Sagasta de nuevo en el poder. Si en 1882 había conseguido que el pleno de la Cámara y el Senado aprobasen el proyecto del ferrocarril Linares- Almería y que la Gaceta de Madrid lo sacara a subasta, en su nueva estancia en el ministerio de Fomento se convirtió en benefactor de la provincia de Almería: creó la Escuela de Artes y Oficios de la capital y elevó la subvención estipulada por el Gobierno a la empresa concesionaria de la construcción del ferrocarril Linares-Almería (R.D. 5-V-1887). Con esta medida se allanaron las dificultades y la construcción de la línea ferroviaria pasó a tener visos de realidad.

      Durante la legislatura de 1889-1890 fue senador electo por la provincia de Almería, después de 1890 pasó a ser presidente del Tribunal de Cuentas y, entre 1891 y 1893, fue senador por derecho propio. Almería estuvo siempre entre sus predilecciones y procuró tener una línea de continuidad en la política provincial con varios de sus familiares: su hijo, Antonio Navarro Ramírez de Arellano, sería diputado en Cortes por la circunscripción de Almería (1891-93, 1895- 96-98, 1903-1905, 1905-1907 y 1907-1910); su yerno, Juan José Fernández Arroyo, diputado por Purchena (1898 y 1903); su otro hijo, Feliciano, también diputado por Purchena (1905). Navarro Rodrigo fue autor de diversas obras: EL Cardenal Cisneros (1869), La crisis de España (1870), Las Antillas (1872), La Restauración y su primer ministro (1877).

      A su muerte, alejado de la política, el Ayuntamiento de Almería lo nombró hijo adoptivo y le dedicó una de sus principales calles.




Martínez López, Fernando





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