Manuel RIVERA RUIZ


RIVERA RUIZ, Manuel (Adra, 1912 - Málaga, 1990). Cantaor flamenco.


      Hijo de un humilde jornalero, no constan antecedentes familiares en el ámbito flamenco, al menos en el plano profesional. A muy temprana edad se trasladó con sus padres a Almería, afincándose en el barrio de las Mellizas (La Chanca), tal como figura en el padrón municipal. Ya en la capital, ejerció de aprendiz en muy distintas ocupaciones, entre ellas, un almacén de barrilería de uva cercano al Hospital Provincial. Pasado el tiempo, a Manolo de la Ribera la afición española le reconoció sus cualidades canoras durante la muy larga vigencia en que imperó la denominada Ópera flamenca.

      Testimonios más o menos creíbles cuentan que a los dieciséis años marchó a La Línea y Algeciras a probar fortuna con un grupo de maletillas aspirantes a toreros (su otra gran pasión); y que allí entró en contacto con los ambientes flamencos del Campo de Gibraltar. En 1928 -anunciado como Niño de la Alcazaba- alternó con Angelillo el Jerezano y Macandé de Cádiz en un modesto café cantante de Ceuta. Concluido el servicio militar en Madrid, regresó a Almería, debutando profesionalmente en el Teatro Cervantes (30- VI-1935) en el marco de un festival benéfico y ya con el sobrenombre de Niño de la Ribera. La prensa de la época adelantaba que era “un conocido y jaleado aficionado local”. En noviembre marchó nuevamente a Madrid contratado por el Circo Price, acompañado de Miguel Fernández El Tomate -iniciador de una fructífera saga guitarrística-, "tocaor" con el que formó una sólida pareja artística en sus inicios. Finalizada la contienda bélica, participó como atracción estelar a la conclusión del propagandístico documental cinematográfico “1940. La fiesta de la Liberación en Almería”, proyectado el primer año de la posguerra en el Teatro Cervantes.

      Seguidamente, el abderitano iniciaría una carrera profesional prolongada hasta su fallecimiento en Málaga, en muy precaria situación económica, asilado en un establecimiento de la Beneficencia Pública. Atrás quedaron sus repetidas tournés por plazas de toros, teatros y terrazas de verano de España, encabezando compañía propia o, en su defecto, enrolado a las órdenes de máximas figuras del arte flamenco: Pepe Marchena, Juan Valderrama, Angelillo, Canalejas, Vallejo, Porrina de Badajoz, etc. Encartelado con Fosforito, Camarón de la Isla, José Menese y Paco de Lucía, colaboró con el Ayuntamiento de Melilla -donde residió con asiduidad, al igual que en Málaga- en la organización del Iº Festival Flamenco de Melilla, en honor de la figura dominante del momento, el maestro de maestros Pepe Marchena.

      Autor de buena parte de las letras incorporadas a su repertorio, grabó con prestigiosos sellos discográficos: RCA, Ariola, Odeón y Columbia, haciéndose acompañar de guitarristas de la talla de un Ramón Montoya, Niño Ricardo, Melchor de Marchena o Manolo de Badajoz. Puente entre la antigua y moderna generación, justo es valorar su personalísima recreación del fandango, además de puntuales aportaciones a los estilos autóctonos, de los que nos legó una profusa obra: fandangos de Almería, arrieras del Campo de Dalías, pregones festeros de Balerma, tarantas de Pedro el Morato y del Cabogatero, mineras de Sierra Almagrera y tarantos del Tío Enrique. Así lo entendió el flamencólogo Anselmo González Climent, dedicándole a nuestro biografiado un elogioso capítulo en su libro Pepe Marchena y la ópera flamenca (Madrid, 1975).

      Colaborador en La Voz de Almería con artículos tan castizos y costumbristas como faltos de rigor histórico, emprendedor e inquieto, de imaginación febril y abanderado de ideas imposibles, lo cierto es que Manolo de la Ribera llevó a Almería por bandera en cuantos escenarios fue anunciado, rescatando, a mayor agradecimiento, coplas prácticamente desaparecidas del cancionero local. Sin embargo, su trayectoria humana y profesional no ha sido justamente reconocida y valorada en el contexto del flamenco que le tocó protagonizar. Ingratitud y olvido que Adra y la capital de la provincia que le vio nacer deberían restituir y rescatar de la desmemoria colectiva.




Sevillano Miralles, Antonio





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