Antonio María BERNABÉ LENTISCO


BERNABÉ LENTISCO, Antonio María (Cuevas del Almanzora, 1833 - Cuevas del Almanzora, 1901). Publicista.


      Nacido en el seno de una familia favorecida por la plata de Almagrera, pues su padre fue uno de los accionistas fundadores de la Sociedad Carmen y Consortes, disfrutó de una educación esmerada y una discreta formación que culminó con los estudios de bachillerato en Almería. Su posición acomodada le permitió desde muy joven entregarse por completo al cultivo de las artes y la literatura; entre ellas destacó su inclinación a la música y, sobre todo, al piano, componiendo zarzuelas, valses, porcas y piezas religiosas, muchas de las cuales contaron con la oportunidad de la imprenta en forma de libreto, como las composiciones para canto tituladas Una noche de verano en el Golfo de Nápoles (1861) o Moraimita (1872). Pero esta vocación la extendió a la enseñanza, escribiendo Definiciones más esenciales de la música (1859) con el fin de facilitar el estudio de este arte a sus discípulos. Con sus propios recursos creó una pequeña orquesta a la que dotó de instrumentos y se encargó de la formación musical de sus componentes, ejerciendo como director de la misma.

      De su afición por la literatura y la historia nace Leyendas y tradiciones de Cuevas, obra inédita en su conjunto, pero que vio la luz, en parte, a través de diversas entregas en El Minero de Almagrera. Fue también autor de algunos libros, como la biografía novelada El Walid de Ali Fraga y Del Helicón al Parnaso, ensayo alegórico dedicado al dramaturgo y poeta Miguel Molina Valero, e incluso flirteó esporádicamente con la poesía. Con la intención de aunar a la crónica minera del momento la cotidianidad y la vida cultural de su Cuevas natal, funda El Minero de Almagrera, cuyo primer número verá la luz el 1 de febrero de 1874. Condujo este medio de prensa durante 1.303 números, hasta el 10- IV-1901, cuando su hijo Gregorio José, tras su muerte, se hace cargo de la dirección. Desde aquellas páginas siempre veló por los intereses de los mineros locales, la necesidad de instalar desagües generales en los distritos de Almagrera y Herrerías como único medio de superar la crisis de producción, y reivindicó con ahínco todo tipo de mejoras para la población de Cuevas.

      No sentía querencia por los cargos públicos y sólo los aceptó, como el de consejero provincial, cuando su cumplimiento suponía un beneficio para su localidad. Ello no fue óbice para que utilizase su influencia y capacidad, por ejemplo, para cambiar el Proyecto del ferrocarril de Murcia a Granada, cuyo trazado se pensó en principio por el valle del Guadalentín, siendo finalmente dirigido, gracias a su empeño, por el del Almanzora. Mostró igualmente preocupación por la defensa de Cuevas frente a las inundaciones, sufragando de su propio bolsillo la redacción de proyectos encaminados a la canalización del río Almanzora y el aprovechamiento de sus aguas para riego.

      Alternaba toda esta labor cultural, política y publicitaria con sus obligaciones como presidente y accionista de numerosas sociedades mineras. Y su modo de ver la realidad económica del momento le hacía confiar plenamente en el poder de la asociación y el acuerdo como único medio de superar las dificultades, de ahí su pertenencia a la Unión Desagüadora y a la Sociedad Económica de Amigos del País. Por toda esta labor, siempre impregnada de un cierto altruismo, no nos resultará extraño el hecho de que fuese correspondiente de la Real Academia de la Historia, condecorado con la Cruz de la Orden de Isabel la Católica y distinguido como Caballero Comendador de la de Carlos III, ambos títulos concedidos en 1888.




Fernández Bolea, Enrique





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