Francisco CAPULINO PÉREZ


CAPULINO PÉREZ, Francisco (Almería, 1928 - Almería, 2009). Pintor.


      Nacido el 29 de febrero de 1928, estudió en la Escuela de Bellas Artes. Formó parte de los jóvenes pintores que, siguiendo la llamada de Jesús de Perceval, constituyeron el Movimiento Indaliano. Participó, por tanto, en los principales acontecimientos locales y nacionales del grupo (exposición en el Museo de Arte Moderno de Madrid en 1947 y en el VI Salón de los Once de 1948). En sus primeras obras, con el grupo indaliano, destacan figuras estilizadas, muy pompeyanas, de pinceladas angelicales tanto en los colores como en las formas, recordando a Modigliani o Chirico. Eugenio D´Ors llegó a considerarlo como el pintor indaliano con más proyección de futuro, invitándole a participar varios años seguidos en sus afamadas exposiciones recopilatorias de un año de arte en Madrid (Salón de los Once). En 1950 marcha becado a Roma y, en 1958, buscando nuevos horizontes, viaja a Colombia afincándose en Venezuela, donde vivirá siete años desarrollando trabajos muy heterogéneos. Allí consigue una independencia económica que según él le permitía pintar lo que realmente sentía, aunque esto mismo le impidiera tener una obra artística muy prolífica. Participa en esos años en diversas exposiciones internacionales.

      Retorna a Almería en 1965 y regenta como empresario el Hotel Indálico. Sigue pintando de forma esporádica, con poquísimas exposiciones y desarrollando una segunda etapa pictórica con un acentuado cambio formal. La línea pierde contornos y las manchas de colores agresivos son las que, al contrastar entre sí, dan solidez al lienzo. Representa imágenes cotidianas, plasmadas con escasas pero vigorosas pinceladas, ofreciendo un punto de vista descarnado, crudo. Incluso su temática se hace agresiva: corderos degollados, cráneos enfrentados al espectador, animales abiertos en canal, bodegones de luz fría… De gran inteligencia visual, tenía un profundo conocimiento del arte y una gran facilidad pictórica. Su pintura fue evolucionando desde la afectividad hacia la pureza cromática, mediante el despliegue de nuevas técnicas y de nuevas formas. Su legado estético se termina alejando de “lo indaliano” para expresar su propio universo, renunciando a vivir de las exposiciones, que no a pintar.




Yo (1947).
El pintor (1945).
Títeres en la calle (1947).
Cordero (1956).
La cómoda (1975).


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