De vocación tardía, fue ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1932 en Granada. Miembro de una familia granadina profundamente religiosa, tuvo otro hermano jesuita y una hermana religiosa. Entró en la Compañía de Jesús, ya como sacerdote, en el noviciado de Loulé (Portugal) en septiembre de 1935. Tras sus estudios de Humanidades y Filosofía volvió a España en 1939. Hizo sus últimos votos en la Compañía de Jesús, en febrero de 1946. Siguió estudios en Portugal y Bélgica, siendo destinado a Jerez de la Frontera, donde desarrolló su labor pastoral hasta mediados del año 1943, en que vino a trabajar en Almería. Desempeñó los cargos de ministro capellán de varios institutos religiosos femeninos, de las Auxiliares de enfermos pobres y de las Marías de los Sagrarios. Trabajó en Almería hasta 1982, año en el que, debido a su edad, fue trasladado a la residencia de la Compañía en Málaga. Gran aficionado a la pintura, fue un excelente retratista; sus cuadros fueron muy estimados por los almerienses. Su obra se basó casi siempre en el retrato de santos jesuitas y paisajes de Almería. Autor de la imagen de la Encarnación que preside el altar mayor del convento de las Claras y de algunas sobre San Ignacio, hoy en el templo de los jesuitas en la Parroquia de San Ignacio, en Piedras Redondas. Poco dotado para la oratoria y la predicación, fue un hombre de una gran capacidad de escucha.

      Confesor de don Alfonso Ródenas y don Ángel Suquía Goicoechea, obispos de Almería. Su fama de hombre santo y bondadoso, su capacidad de saber escuchar y su discreción y prudencia se extendieron por toda Almería. Fue el confesor de toda una generación y sus consejos y orientaciones eran buscados por jóvenes y mayores, llegándose a decir popularmente que junto a su confesionario en el templo del Sagrado Corazón de los jesuitas había siempre cola.