Este ingeniero aragonés tuvo en su juventud una intensa vida política que culminó en 1873 al formar parte de las Cortes constituyentes de la Primera República española. Tras la restauración monárquica, vuelve en marzo de 1874 a su puesto como ingeniero de caminos, recorriendo diferentes provincias españolas hasta que llega a Almería en abril de 1886, ya como de ingeniero jefe, puesto que mantendrá hasta su muerte al acabar el siglo. En este periodo será protagonista de los grandes cambios que se produjeron en la dotación de las obras públicas en Almería. Así, seguirá atentamente la construcción del puerto de la ciudad, teniendo alguna que otra polémica con el ingeniero del puerto, José Trías. También será él quien dé el visto bueno a las obras de construcción del ferrocarril de Linares a Almería. Además, en sus tareas como ingeniero, llevará a cabo la complicada construcción de la carretera de segundo orden de Málaga a Almería, en el tramo entre Aguadulce y la capital, donde realizará importantes voladuras que abrirán paso definitivo a una carretera que había sido largamente reclamada en Almería. Tras su muerte, la ciudad reconoció su intensa actividad en pro de la mejora de las comunicaciones en la zona, dando su nombre a una calle céntrica, entre el antiguo Malecón de la Rambla (hoy Avenida García Lorca) y la calle Javier Sanz.