El “pequeño David del toreo” -su corta estatura justifica el nombre artístico de sus comienzos- es paradigma de la extrema dificultad que supone ascender de categoría en el escalafón taurino profesional. Y más en Almería, alejada de ganaderías y centros de poder del sector. Si de novillero arrasó, de matador de toros su estrella declinó hasta renunciar al privilegio del doctorado. Condición que retomó en un festejo nocturno celebrado en la capital el 28 de junio de 1975, encartelado con Enrique Vera y Ricardo de Fabra. La primera alternativa la adquirió en Berja el 12 de septiembre de 1965, con Miguel Mateo “Miguelín” y Jerezano de testigo. Accidentada corrida en la que Miguelín fue detenido por orden del gobernador civil tras negarse a matar uno de sus toros. Gimeno recibió una ovación en el primero, Abulito, y logró los máximos trofeos en el que cerraba plaza, Buscaíto, del hierro de Quesada Contreras.

La vocación de Gimeno, con peña propia, era fruto del ambiente familiar; en la que le antecedió su hermano Virgilio, al que Juan llevó de peón de confianza en numerosas ocasiones. Hijo de su hermano Antonio -mozo de espadas- es Juan Gimeno Mora, extraordinario banderillero hasta su retirada, en primerísima fila de los subalternos almerienses en el devenir de la historia. La raíz vocacional tuvo su origen en el abuelo paterno quien, al parecer, perdió la vida en una modesta plaza pueblerina de Valencia. Juan Gimeno Valdivia, retirado de los ruedos y encauzada su actividad en asuntos taurinos varios, es uno más de los diestros que perdieron la vida en un accidente de automóvil: el 10 de mayo de 1986, en la provincia de Gerona. Sus restos reposan, junto a los de su madre, en el cementerio municipal de San José.