Francisco RUIZ PALENZUELA


RUIZ PALENZUELA, Francisco (Almería, 1927 - Almería, 2011). Curtidor de pieles.


Recordaba con precisión numismática cuando le vendió a Charles Bronson unas botas del 48, una de aquellas veces que vino a rodar a Tabernas: El actor tenía un pie de bisonte y se las tuvo que hacer a medida. Entonces, el comercio de Francisco Ruiz Palenzuela, uno de los pioneros de las tiendas de curtidos de Almería, estaba en la calle Regocijos, antes de instalarse en los bajos del edificio de Las Mariposas.

Aquellos chiquillos almerienses de la posguerra, flacuchos y con remolinos en el flequillo, pasaban por delante del escaparate de Curtidos Ruiz y ya tenían toda la noche para soñar con el balón de reglamento que habían visto reflejado en el cristal. Allí, las madres compraban también las carteras escolares de piel de baquetilla, donde se guardaban las libretas, los lapiceros y hasta el bocadillo del recreo.

El origen del establecimiento familiar, fundado en 1945, estaba en una vieja fábrica de curtidos ubicada en la antigua calle General Saliquet, propiedad de los Rodríguez. Allí, el fundador de esta popular dinastía peletera, Francisco Ruiz Palenzuela, entró de aprendiz a principios de siglo y, tras un breve paréntesis de emigrante en Melilla, se puso al frente del almacén de pieles. Allí, junto a la rambla, en la génesis de lo que es ahora la calle Granada, se trabajaba la piel como lo hacían los antiguos curtidores orientales.

El proceso comenzaba con el lavado de la piel del animal en una balsa salada, después se secaba y se introducía en un bombo mezclado con taninos, raíces y cortezas de pino. Después se le daba el apresto al pelo y se alisaba con un cristal por detrás y se pasaba por una prensa con aceite. Su padre tenía trato con un carnicero por el que le mercaba toda la piel de la carne que sacrificaba en el matadero. Se utilizaba la piel de vaca, cordero, oveja, cabra y hasta de caballo. Enmedio de ese olor a extracto de zumaque, se curtió Francisco Ruiz. El negocio, entonces, estaba en la guarnicionería para los animales de tiro. Y hasta allí se llegaban talabarteros y zapateros a por suelas para los zapatos.

Curtidos Ruiz creció e instaló un segundo establecimiento en la Puerta Purchena, frente al Cañillo, donde era costumbre ver Francisco Ruiz con su bastón, con sus gafas ahumadas, montando tertulia en el kilómetro cero de la ciudad: por donde pasaron casi todos los actores del cine a hacerse esas botas capaces de aguantar en un desierto.



León González Manuel





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