Antonio Gómez Pomares, empresario de montajes eléctricos y directivo del Almería, tuvo un pasado de navegación por casi todos los mares y océanos durante catorce años. Aguantó los embates de las olas pescando el bacalao en el Gran Sol o como jefe de máquinas en el Canal de la Mancha. Antonio era de familia de Roquetas, pero nació y se crio en el barrio del Llano, entre Pescadería y San Roque. Su padre era armador de pesca y tenía una traíña, pero murió joven y Antonio tuvo que enrolarse en un buque de altura hacia los mares de Islandia, pasando por Amberes y Róterdam.
Después cayó enfermo del tórax y se embarcó como maquinista en un barco frutero, que era más llevadero. En Terranova llegó a estar hasta 64 días sin tocar puerto, sin poder asistir al nacimiento de sus hijos, y padeciendo un naufragio cerca de Marruecos.
Hasta que decidió volver a tierra firme y montar un negocio de electricidad en Roquetas y después en la capital. Empezó a hacer obras para la Diputación y el Ayuntamiento y prosperó hasta convertirse en el líder de los montajes eléctricos.
Después entró en el mundo del fútbol como directivo de la desaparecida Agrupación Deportiva Almería y del Polideportivo Almería. Fue también Gómez Pomares un hombre vinculado a Asempal, donde desarrolló el cargo de presidente de la Asociación Provincial del Metal. Antonio fue dejando el negocio en manos de sus hijos, con instalaciones en la carretera de Níjar hasta que se jubiló, dejando atrás la época más dura de su vida cuando navegaba en altamar y su vestimenta perenne eran las botas de agua y el chubasquero.