Abú l-Abbás Áhmad  IBN AS-SAQR


IBN AS-SAQR, Abú l-Abbás Áhmad (Almería, 1099 - Marraquech, 1173). Jurista, tradicionista, teólogo y poeta.


Era descendiente de una familia originaria de la Marca Superior, en concreto de Zaragoza, solar de los árabes ansaríes, a los que seguramente estuvo adscrito por relación de clientela, pues su cadena genealógica parece indicar que era de familia de hispanos arabizados e islamizados. Su bisabuelo había huido de Zaragoza hacia Valencia junto con su hijo Muhámmad, pequeño aún, en el marco de las revueltas que pusieron fin al califato. Su padre, Abú Zayd Abd al-Rahmán, nació en la ciudad del Turia, pero pronto se trasladó a Almería y allí nació Abú l-Abbás Ibn as-Saqr. Este apelativo, el descendiente del sacre, era el apodo por el que fue conocido.

Su padre, jurista y tradicionista con inclinación al misticismo, se hizo acompañar por el pequeño Áhmad de tan sólo siete años de edad en su viaje de estudios por varias ciudades andalusíes y nor¬teafrica¬nas, como Granada, Málaga, Córdoba, Sevilla, Ceuta, Fez y Marraquech, y nos consta que ya entonces él también estudió. La retahíla de sus maestros es extensísima, y con ellos adquirió amplios conoci¬mientos de ortoepía -tuvo fama de excelente recitador coráni¬co-, de hadiz -fue un tradicionista muy preciso y fidedigno-, de teología dogmática -materia en la cual se dice que fue un adelantado- y, sobre todo, de derecho islámico, pues fue muy instruido en los fundamentos del derecho y la casuística. Además, fue diestro en el conoci¬miento de las sentencias y de los formula¬rios nota¬riales, lo que le permitió ejercer de notario duran¬te un tiempo.

En el año 1132-33, cuando Abú Abdállah Ibn Hassún b. al-Bazzaz fue designado cadí de Marraquech, Ibn as-Saqr desempe¬ñó la secretaría del cadiazgo. Su honestidad y buen hacer en el cargo llegaron a oídos del cadí de Granada, Abú l-Qásim Ibn Abí Yamra, quien lo mandó llamar para que colaborara con él en la judicatura. Continuó en el puesto con el célebre cadí Iyad, tras el fallecimiento de Ibn Abí Yamra. En el año 1139-40, al ser nombrado cadí de Granada Ibn al-Hach al-Aftas, fue destinado a Guadix como encargado de las senten¬cias judiciales y también ejerció el cargo de imán en la mezqui¬ta. A la muerte del referido cadí en 1141-42, volvió a Granada, pero en esta ocasión para hacerse cargo del cadiazgo.

Antes de que cayeran los almorávides volvió a Marraquech. En Granada quedaron sus hijos y una enorme biblioteca particular que había ido formando entre libros comprados y otros copiados por él -se dice que con excelente caligrafía-, y para cuyo transporte era necesario embalarlos en cinco fardos o cargas. Dicha biblioteca fue pasto de las llamas, al igual que todo lo que había en su casa, en el marco de la rebelión antialmorávide.

Para entonces, su buena fama y excelentes virtudes se habían hecho proverbiales. Cuentan que, nada más llegar a Marraquech, se le acercó un comerciante de la tribu bereber lamtuní que le pro¬puso trabajar para él a cambio de mil dinares murabitíes, pero él lo rechazó diciendo: "no me apartaré de mi camino ni abando¬naré mi costumbre de servir a la gente de ciencia ni mi interés por entrar en el mundo de los juristas, aunque me dieras toda la riqueza del mundo". Esta respuesta maravilló al comerciante, que decidió unírsele y disfrutar de su virtuosa compa¬ñía hasta el día de su muerte.
Volvió a ser secretario del cadí Ibn Hassún, si bien a su muerte y ante la inminencia de la caída de la dinastía almorávide, prefirió dejar el puesto en la administración de justicia para quedar únicamente como encargado de la oración en la Mezquita Mayor.

Cuando lo almohades se apoderaron de Marra¬quech el sábado 22 de marzo de 1147, provocaron una tremenda carnicería en la ciudad. Ibn as-Saqr volvió a perder su biblioteca pasto de las llamas pero se ganó la estima y el respeto del califa almohade, Abdalmumin, quien lo colmó de agasajos -llegó a ofrecerle hasta quinientos dinares, que él repartió entre los más necesitados-, lo agregó al cuerpo de doctrinarios almoha¬des, y lo nombró cadí.

Fue más tarde destinado al cadiazgo de Grana¬da, donde parece que estuvo poco tiempo, y más tarde al de Sevilla para que, además fuese precep¬tor de Abú Yaaqub Yúsuf, hijo del califa y nuevo gobernador de la ciudad. Ibn as-Saqr educó al hijo del califa de un modo ascético, enseñándole a vivir sólo con lo necesario y a renunciar a los placeres de la vida mundana. De hecho, las fuentes lo suelen descri¬bir como perso¬na de moral elevada.

Cuando Abú Yaaqub accedió al trono, puso a Ibn as-Saqr al frente de la biblioteca real. Llama poderosamente la atención el escaso núme¬ro de discípulos que tuvo, quizá porque era extraordinaria¬mente tími¬do, muy parco en palabras y más limitado para la orato¬ria que para la redacción.

Falleció en Marraquech el 16 de diciembre de 1173. No dejó nada de riqueza, pues todo lo había dado a los pobres. Cuando su amigo y antiguo vecino en Sevilla Abú Bakr Ibn Tufayl supo de su muerte, envió a sus hijos una nota de pésame junto con una elegía.

Tenemos noticias de uno de sus hijos, Abú Abdállah Muhámmad (Marra-quech, 1132-33–Marra¬quech, 1193-94), que se formó con su padre. Ejerció de notario, de auxiliar de cadíes y también fue copista con fama de excelente caligrafía. Al igual que su progenitor, tuvo cierta tendencia al ascetismo, y fue él quien completó y revisó la obra Las luces de los pensamientos, sobre la vida de ascetas y hombres píos de al-Andalus que había inicia¬do su padre sin que llegara a con¬cluirla, pues la muerte le sorprendió antes de acabar¬la.

Como poeta, Abú l-Abbás Ibn as-Saqr destacó en la poesía ascética.

Bibliografía:
RODRÍGUEZ FIGUEROA, A. (2007), "Ibn al-Ṣaqr, Abū l-ʿAbbās", Biblioteca de al-Andalus, 5, pp. 240-243 (nº 1017), Almería.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Rodríguez Figueroa Antonio





Política de Privacidad | Aviso Legal | Versión: 2.2.1 | 12/02/2024