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        La construcción del acueducto real de Antas, junto a una máquina de vapor para elevación del agua, supone un magnífico ejemplo de una inversión capitalista típica del siglo XIX, en relación con el importante cambio en el sistema de cultivo y en la producción agraria.
        Efectivamente si en la vega de Antas el cultivo tradicional era cerealístico y algunas hortalizas, característicos de una agricultura de subsistencia y autoconsumo, a finales del siglo XIX entran en explotación grandes extensiones de naranjos, ligados a una agricultura de mercado destinada a la exportación. El general crecimiento de la economía provincial por el desarrollo comercial y minero, crean una aceleración del crecimiento demográfico y el obligado avance de la roturación de nuevas tierras de regadío. Estamos en el siglo de la iniciativa privada y del liberalismo que, amparándose en unas leyes favorables, promueven importantes obras para poner en regadío grandes extensiones.


        Esta finca era propiedad a mediados del siglo pasado de la familia Orozco de Vera, ricos mineros e industriales que habían invertido gran parte de los beneficios empresariales en la compra de bienes raíces. Por distintos enlaces matrimoniales pasará a principios de siglo a la propiedad de D. Manuel Giménez Ramírez, financiador del acueducto y la gran balsa, además de auténtico “cacique” de la zona y diputado conservador varias veces durante el reinado de Alfonso XIII.


        La gigantesca finca regada abarcaba 50 has. De las que 40 correspondían a agrios y 10 a la tradicional uva de mesa. Durante la Guerra Civil la finca fue colectivizada por la UGT y se sustituyó la vieja máquina a vapor por un motor diesel para la extracción del agua del pozo. Al término de la guerra la finca será reintegrada a sus dueños, y hacia los años 50 se abandonará el cultivo de la finca con la crisis del naranjo.


        La utilización del acueducto como canalización y transporte del agua se remonta a la tradición romana, con el objetivo de salvar desniveles desde la costa más alta de extracción a los lugares de distribución. En el caso del acueducto de Antas el problema técnico es más complejo pues es necesario extraer el agua de los acuíferos del Almanzora a unos 60 ó 70 m. de profundidad, utilizándose en este caso, por primera vez en Almería, el descubrimiento típico de la “Revolución Industrial”: la máquina de vapor, instalada en el edificio anexo al acueducto, con su chimenea de salida de humos. Tras ganar suficiente altura se conducía a través del acueducto a una gran balsa situada en la parte más alta de la finca, desde donde se distribuía por gravedad al conjunto de las parcelas.


        Para el riego de las parcelas situadas por encima de la cota de las balsas, en 1915 se autoriza la construcción del ACUEDUCTO, imitando otros similares de la zona minera del Levante.
        Con una longitud de 293 m se salva un desnivel entre pozo y balsa de unos 6 m, con canal de pendiente suave y sostenida. Las dos partes del acueducto –arquería y specus- están construidas con piedras calizas trabadas con mortero de cal.
        La arquería (doble en una parte del trazado) está realizada con arcos de medio punto. La primera planta de arcadas, descansan sobre pilares de planta cuadrangular de 120 cm en la base y con pilar rectangular en la parte externa y trapezoidal en la situada bajo el arco. La luz entre pilares tiene de media 2’50 m.
        La segunda planta de arcadas no tiene pilares. En el centro del trazado, se realizó un arco de mayores dimensiones, que facilitaba el acceso desde la carretera a la finca y casa de personal.
        El specus (canal que transporta el agua) está revestido interiormente de mortero de cal.
        El tramo final de la conducción se realizó sobre muro, eliminándose los arcos.

        Este complejo hidráulico fue el signo del poder económico, de la modernización que se introduce en las explotaciones agrarias y de la productividad que quiere alcanzarse a principios del XX.


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