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Nuestros Orígenes

Si hay en la provincia de Almería un pueblo con hechuras de ciudad, éste es Huércal-Overa. Situado a levante de la provincia, limítrofe con Murcia, Huércal-Overa es tierra de frontera, tierra que ha participado siempre de la más rica experiencia del ser humano, la de participar, al tiempo, de culturas distintas. Huércal-Overa lleva a sus espaldas, en efecto, una densa biografía que se pierde en los tiempos y que, además,se ha desarrollado en una tierra que ha tenido el privilegio de ser varias veces a lo largo de su historia puente de civilizaciones.
Los campos de Huércal-Overa, como en general todo el sudeste español y, más en concreto, el levante almeriense, fue centro de una intensa y fructífera vida en la prehistoria, cuando la cultura de El Argar dio aquel paso tan importante hacia el desarrollo humano, prólogo de unos siglos en los que fenicios, griegos, cartagineses y romanos trajeron la totalidad del Mediterráneo (de los otros Mediterráneos) a nuestro rincón del sur, con lo que empezaron a configurar la variada, larga y densa historia de nuestro país.
Las minas de la comarca fueron un gran reclamo para aquellos pueblos (comerciantes unos, conquistadores otros) de la Antigüedad. Las galerías del Cerro de San Francisco, en las proximidades de El Saltador, y del Cerro de Enmedio conservan aún los restos de galerías de aquellos tiempos ancestrales en los que las entrañas de nuestra tierra recorrían el Mediterráneo hasta los talleres de los grandes artesanos del Oriente.

El Imperio Romano
Y llegó Roma y, con ella, la gran historia (o la gran leyenda, que a menudo viene a dar lo mismo) de Huércal-Overa y sus tierras, donde podría haber estado situado Munda, la ciudad a la que Asdrúbal puso en el 214 antes de Cristo sitio por su apoyo a los romanos, posiblemente en la actual cortijada de Los Mundos, en la entrada natural al valle del Almanzora y su importante vía de comunicación, la que, en aquellos tiempos, unía el Mediterráneo español con las regiones atlánticas, y en las proximidades de la Cueva de Escipión, situada en la cumbre del Cabezo de la Jara y donde se dice que falleció Cneo Escipión tras su derrota a manos de Asdrúbal. Realidad o leyenda, un ariete, espuelas de plata y puntas de lanza encontradas siglos después demuestran, al menos, que la zona fue, sí, escenario del enfrentamiento entre los dos mayores ejércitos de la época.

"Santa Bárbara"

Parte de la Tarraconense, frontera realmente entre ésta y la Bética, la Húercal-Overa romana le dejó a la historia clara constancia de su existencia, como volvería a hacer a lo largo de las invasiones bárbaras, que aportaron al pueblo y la comarca vestigios de su existencia en El Saltador, ürcal, el Cabezo de la Jara o la Sierra de Almagro, donde las ruinas de una pequeña fortaleza han hecho pensar en la primitiva Húercal, o Huércal la Vieja.
La actual Huércal-Overa puede iniciar, sin embargo, su singladura ya en época árabe, cuando, tras la sequía que, en tiempos de Abderramán II, despobló el levante andaluz, una repoblación hiciera nacer los asentamientos de Guércal y de Overa, donde se establecieron sendos castillo: el de Guércal en la estribación última de Sierra Almagro y despeñado sobre un precipicio de doscientos metros; el de Overa en la cima de La Sierrecica, el actual Castillo de Santa Bárbara. Ambas fortalezas formaban parte, parece ser, de una estructura de comunicación y defensa que penetraba, hasta Serón, por todo el valle del Almanzora.

"Santa María de Nieva"

Güércal y Overa fueron anexionadas, poco antes del triunfo definitivo de la Reconquista, a Lorca, lo que llevó a una rápida repoblación por cristianos viejos que alcanzaron a convivir con los moriscos en Guércal, aunque no así en la entonces más poblada Overa, cuyos habitantes de siempre escogieron seguir la vía del exilio.Como en toda la comarca y, en general, en toda la provincia, la rebelión de los moriscos llevó de nuevo la guerra a estas tierras y, tras el desenlace final, la intolerancia de los vencedores, que expulsaron y escavizaron a los vencidos, acabó en una segunda repoblación, ya a finales del XVI, cuando Overa quedó como anejo de Huércal, bajo jurisdicción de Lorca un siglo después, en 1668.La vida que ofrecía los campos fértiles de la zona han hecho de Húercal-Overa una de las zonas que, a lo largo de la dura historia de la provincia, mejor ha sabido resistir a los malos tiempos, pese a las epidemias, plagas y terremotos que asolaron la zona en aquel XVIII de tan mal recuerdo por estos pagos.

"Iglesia Parroquial Ntra. Sra. de la Asunción"

La guerra de la independencia
Pero Huércal Overa y sus campos han tenido siempre a lo largo de su historia un papel en las batallas que llegaban al sudeste y no podían ser menos durante la Guerra de Independencia, que llegó con toda su intensidad a las calles mismas del pueblo, convertida por el oficial Blake en cuartel general y centro de operaciones para frenar la invasión francesa de la provincia. Sin embargo, las tropas napoleónicas ocuparon la provincia y, como es natural, centraron parte importante de su atención en la conquista de Húercal-Overa, en cuyas calles y en cuyas proximidades (los llanos de El Saltador) se libraron encarnizados episodios bélicos.

La actual Huércal-Overa adquirió su definitiva planta a finales del XIX, tras una décadas de expansión y construcción de edificios públicos que demostraban la pujanza del pueblo y que le dieron la atractiva imagen que hoy, en plena expansión, conserva, y cuya primera característica es la de los aires de ciudad que tiene, sin duda uno de los más acusados de la provincia. Organización, limpieza y evidente rasgos de grandiosidad arquitectónica y urbanística marcan esta villa de ademanes suntuosos y de ambiente refinado.

Sin poder certificar un punto de partida histórico con respecto a la villa de Huércal-Overa y su comarca, las tribus y primeros pobladores que convivieron en la Península Ibérica dejaron constancia de su presencia por estos lares: iberos, fenicios, griegos, cartagineses y romanos contribuyeron de alguna manera, con su mezcla de civilizaciones, a crear el carácter de estas gentes; fenicios y griegos asiáticos, aparte de fundar ciudades y villas, comerciaron por todo el litoral mediterráneo y explotaron las riquezas minerales de la zona, especialmente las que se sitúan en el Cerro de San Francisco, en la llanura de El Saltador y en el Cerro de Enmedio, donde se evidencian, aún hoy, socavones y galerías de ancestrales explotaciones. Las posteriores luchas entre cartagineses y romanos, si no certifican una obligada referencia en estos lugares, sí contribuyen a crear una leyenda en torno a la suerte de Cneo Escipión y su posterior muerte en la cercanía de los Mundos, como queda señalado.
Durante la dominación romana, el emperador Augusto adscribió los términos de Huércal-Overa, Purchena y Vélez Rubio a la Tarraconense, provincia que se extendía hasta la demarcación del río Almanzora, la Sierra de Filabres y las cumbres de Sierra Nevada. Pero a partir de las invasiones bárbaras los acontecimientos se precipitan; constancia del paso de estos pueblos ha quedado en algunos restos y ruinas que se sitúan en este término municipal: la ventana de El Saltador, por ejemplo, que parece tener forma de un hexágono irregular, cuyo piso forma un plano horizontal, elevándose sus lados hasta la altura de un hombre y una bóveda que se cierra por tres líneas en forma cóncava, y le sirve de techumbre; en Urcal también se hallan abundantes vestigios de ruinas y edificaciones que se sitúan a lo largo de todo el pie meridional de la Sierra del Cabezo de Jara; y al Sureste, a unos cuatro kilómetros, en una de las crestas más elevadas de la Sierra de Almagro, se conservan cimientos y ruinas de una población antigua o una pequeña fortaleza que tradicionalmente se ha conocido como Huércal la Vieja.

Los árabes
Los reinos árabes del Norte de Africa albergaban desde siempre su propósito de invadir la Península; sus primeras correrías por el Levante ibérico mostraban el carácter pacífico de meras exploraciones y comercio. Sucesivas escaramuzas posteriores dieron lugar al desembarco de 7.000 hombres en el año 711, un ejército que derrotó a don Rodrigo e hizo desaparecer pronto la corona goda. Toda la Península quedó sometida al dominio musulmán, y tan sólo las regiones orientales de Andalucía, cercanas al reino de Murcia, siguieron dominadas por el godo Teodomiro, quien pronto sucumbiría a las huestes musulmanas.
Durante el reinado de Abderramán II, concretamente en el año 846, se produce la gran sequía de Al-Andalus, que despobló por completo a la alejada provincia de Almería; poco después comenzaría la repoblación y de esta época puede calcularse que se originaron los asentamientos de Güercal y de Overa, en teoría, y casi sin constatación alguna, base y origen de la actual villa. El río Almanzora, las ramblas, fuentes, balsas y manantiales, rebosantes entonces de agua, pensamos, cimentaron una prosperidad que edificó una población de la que quedan vestigios en toda la comarca. En Güercal, el castillo árabe, situado en la estribación última de la Sierra de Almagro y sobre un precipicio de 200 metros, construido en argamasa y formado por una única torre perpendicular de 15 metros; consta de tres pisos y de un único acceso de más de 2 metros de anchura, a cuyo pie se ven restos de un aljibe, y a unos 20 metros, una muralla. En Overa se sitúa el hoy castillo de Santa Bárbara que, por su extensión, debió de ser más importante; situado en la cima de la estribación de la Sierrecica, parece comunicarse con los restos de los castillos de Zurgena, Cantoria, Purchena y Serón, poblaciones que ofrecían una asegurada vanguardia del resto de los pueblos pertenecientes al Reino de Granada, que comprendía la totalidad de la cuenca del Almanzora; vestigios a los que hay que añadir los de Abejuela, El Saltador y Torrejón.
Batallas y más batallas llevaron a las incipientes poblaciones de Güercal y Overa a ser finalmente anexionadas, mediante donación previa, a la ciudad cercana de Lorca, en merced a los servicios prestados a la Real Corona, como así lo acordaron los Reyes Católicos en el año 1488. Pronto iban a fijar su residencia un buen número de familias de cristianos viejos que intentaron convivir con los moriscos del lugar, aunque muchos de éstos, especialmente los habitantes de Overa, optaron por marchar antes de renegar de su fe; Güercal, que era un enclave menor en la época, no sufrió semejante despoblación (queda, como dato curioso, constancia de los habitantes de ambos lugares, 26 pertenecían a este último y 75 a Overa). De igual manera, la primera iglesia, que debió de construirse a lo largo del siglo xvi, aproximadamente en el año 1564; y la primera escuela data de 1619.

"Horno antiguo"

La rebelión de los moriscos salpicó de continuas batallas toda la comarca del Almanzora: don Luis Fajardo inicia sus campañas y Abén Humeya sitia las ciudades de Cuevas y Vera, que se defienden heroicamente. La posterior expulsión de los renegados motivó que se procediera a una segunda repoblación en los años 1572 y 1573, y un año más tarde, Overa quedó como anejo, definitivo, a la cristiana Huércal, villa que, definitivamente repoblada, continuó formando parte del término judicial de Lorca, si bien consiguió reales provisiones para una administración y gobierno propios. Después de numerosos pleitos, los lugares de Huércal y Overa, unidos, se convirtieron en villa con jurisdicción civil y criminal, propia, en 1668, separándose de la ciudad de Lorca, bajo la denominación común de Huércal-Overa y mediante escrito de compra a la Real Hacienda; una vez concluido el proceso, empezó el cumplimiento de su destino que determinaría su engrandecimiento y prosperidad.
A lo largo del siglo se entablaron nuevos pleitos con la ciudad de Lorca; el 31 de enero de 1752 se puso en marcha el primer servicio de correos, designándose a un vecino como la persona que debía llevar y traer la correspondencia a aquella localidad y a otro para que se instruyera en el reparto. En 1758 se crean las diputaciones rurales de Overa, Almajalejo, la Parata, la Perulera, Santopetar, La Hoya, Tobainí, Toscanos, Gatero, Chorrador, La Loma, Gibeley, Urcal, Goñar, Torrejón, Gacía, El Saltador y El Rincón. En 1773 se establece el primer estanco para la venta de pólvora, municiones, azufre, azogue y naipes, siendo el expedidor Juan de Ortega Parra.

"Torre"


De prosperidad y fomento habla Enrique García Asensio, juez de Primera Instancia y autor de la Historia de la Villa de Huércal Overa y su comarca (1909-1910), a quien debemos obligada referencia en sus acertadas notas, porque reflejan un rigor histórico acertado, además de un entrañable sentimiento particular por esta tierra; García Asensio recoge unas anotaciones de Andrés de la Parra Oller, regidor y procurador síndico de la villa, de 11 de marzo de 1742, que nos ofrecen una idea de esa prosperidad de la misma y que, entre otras cosas, dice: «el aumento de poblaciones y casas que ha tenido a la parte de Poniente, que era el suelo más elevado que tiene la situación de la villa y planicie de su población y que posterior a 1668 se ha fabricado la cerca grande (...) Como también el tiempo que se había fabricado la Iglesia nueva y se finalizó, y que la antigua está en lo bajo de la población de Levante, que era lo principal en lo antiguo, de forma que todas las casas que hay desde la Iglesia nueva para arriba, se había fabricado desde el referido año 1668 (...) Que cuando se eximió dicha villa tenía 93 vecinos (...) Y tiene hoy Huércal más de 700 (...), la Iglesia nueva está al Poniente, en lo alto y superior, y su obra magnífica en comparación de la antigua, y que tomó principio el año 1709 y se acabó en 1739 (...), el 28 de agosto de 1745 se inauguró el Hospital de San José, situado contiguo a las Suertes y no distante del Caño, para la provisión de agua ni de la balsa para la limpieza de la ropa (...)». Y para ir dándonos una idea de su crecimiento, el censo de 1768 se resumía de la siguiente manera: almas en Huércal Overa, 812; vecinos en el campo, 731, incluyendo diputaciones y pedanías, aunque también hay que constatar que a lo largo del siglo la población sufrirá diversascalamidades: el hambre de 1748, epidemias de calenturas en 1751, un terremoto en 1756, nuevas epidemias en 1772 y 1773, sucesivas plagas de langosta que provocaron daños en las cosechas de panizo, garbanzo, uva, melón, ganado lanar, vacuno y aún en el siglo siguiente tres nuevas epidemias, de cólera, en 1834, 1854 y 1885.

"Plaza de Huércal Overa"

La guerra de la Independencia
Los franceses invadieron Andalucía en enero de 1810 con tres grandes cuerpos de ejército, comandados por el mariscal Soult. Les saldría a su encuentro Joaquín Blake, militar destinado en el destacamento Málaga, quien estableció su cuartel general, precisamente, en la villa de Huércal-Overa, para llevar a cabo distintas campañas contra el enemigo y facilitar los diversos levantamientos de la zona; invadida la provincia de Almería, uno de los pueblos donde fijó su atención el invasor fue esta villa, en cuyas calles se llevaron a cabo encarnizadas batallas y donde, en ocasiones, hubo que conquistar casa a casa; en una de éstas, y donde más tarde se ubicaría el Cuartel de la Guardia Civil, se hicieron fuerte unos paisanos, que no cejaron en hostigar al invasor; en otra ocasión, por citar algunos episodios heroicos, el alcalde de Dalías hizo retroceder, en estas mismas calles, a una columna de 70 franceses que se dirigían a la cercana Vera.
Otra gran batalla llegó a librarse en los llanos de El Saltador, donde cayó prisionero un oficial español que fue conducido a Huércal-Overa y liberado con el arrojo de sus paisanos; en otra ocasión, los vecinos de la Calle del Esparto sorprendieron y hostigaron a un grupo de franceses que iban por el camino de Las Menas, y una nueva batalla se localizó en los llanos de la Virgen (lugar de la ubicación del depósito del agua, el largo Paseo de Galdo y la confluencia de la carretera de Nieva-Vélez Rubio), donde los franceses volvieron a quedar maltrechos. El fin de la guerra se produjo en 1812, el rey José abandonó la Corte y el mariscal Soult evacuó sus fuerzas en Andalucía por Granada, Murcia y Valencia.