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Julio Algredo Egea | | Su fotografía puede ser irreverente. Descarada. Ácida. Una mirada cítrica y corrosiva. Puede ser un espejo que devuelve la imagen más grotesca o ridícula de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos. Pero, al final, siempre aparece la ternura. Y la risa. Y la belleza. Como si después de un corte de mangas, nos diera un besito en la frente. O en la mejilla. O en la boca.
Cuando Marina y yo nos cruzamos en aquella ‘redacción abierta’ allá por el año 1990, ambas teníamos el mundo por descubrir. Jugábamos a hacer periodismo como enviadas especiales a las fiestas de moros y cristianos, a las residencias de ancianos, a los barcos pesqueros, a las casas de putas del corazón de la ciudad… Y era un honor y un privilegio poder contar la realidad junto a sus fotos, siempre cómplices entre la historia y el lector, siempre brillantes, mordaces, divertidas. Jugábamos a hacer periodismo y yo creo que lo conseguimos.
A lo largo de más de 20 años de oficio, Marina del Mar ha ido afilando su mirada. Ha realizado proyectos en los que cada fotografía es un dardo. Desde aquella visión colorista, alegre y luminosa de La Chanca hasta su último trabajo, titulado Great People, donde no deja de asombrarse ante el encanto, a veces tan absurdo, de la clase media, Marina ha construido un universo visual propio y definido. Con una estética cercana al Nuevo Documentalismo, con el británico Martin Parr como máximo exponente, Marina del Mar se ha colado en la hight society española para arrancarle la máscara y el maquillaje y para mostrarla en todo su esplendor: Cocktails es un retrato tan divertido como despiadado de la alta sociedad, de los rostros desfigurados por el botox o la silicona, las miradas falsas y los besos al aire.
Sin perder nunca la capacidad de sorpresa, se interesó por el consumo feroz y nos mostró su visión de las grandes superficies comerciales en el proyecto Supermercados, siempre desde un punto de vista cercano, próximo y partícipe de una realidad que nos envuelve y nos absorbe. Ella está ahí y forma parte del sistema. Y se asombra también al observar cómo muchos de nosotros empleamos nuestro tiempo de ocio. Y nos ofrece otra colección titulada Cursos, donde de nuevo vuelve a hacernos reír con ternura cuando vemos la voluntad y el tesón de aprendices de toreros, payasos o bailarinas de danza oriental.
Y luego está su capacidad para fotografiar el alma. Esta colección de retratos forma parte de esa mirada entrañable y serena con que Marina del Mar puede llegar a obsequiarnos. Estas fotografías son un regalo porque ha encontrado lo mejor de cada rostro, la expresión más amable, la mirada más limpia. Esta galería de personajes es el fruto de años de trabajo en la redacción de un periódico local. Y viene a constatar que la prisa y la precariedad con la que con frecuencia se trabaja en este tipo de medios no pueden doblegar el talento y la maestría de una fotógrafa que sabe elevar lo corriente a la categoría de extraordinario.Antonio Sánchez de Amo |
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