Presentación del documental "Los sueños cumplidos. Memoria del Internado masculino Colegio Menor Cristo Rey (1959-1983)" de Vélez Rubio • sábado, 23 de octubre • Biblioteca Pública de Vélez Rubio • 19 horas

Tipo: Otros Actividad: Actividades IEA 10/23/2021


El documental está promovido por el Museo Comarcal Velezano “Miguel Guirao” y el Centro de Estudios Velezanos con la colaboración del Instituto de Estudios Almerienses.

 

Introducción:

El célebre Colegio Menor “Cristo Rey” de Vélez Rubio, conocido popularmente como ”Internado Masculino”, funcionó durante 34 años siendo una pieza clave en el desarrollo educativo y sociocultural de centenares de alumnos que cursaron sus estudios de Bachiller en el Instituto “José Marín” de la misma localidad y cuya procedencia abarcó los 4 pueblos de la actual comarca de los Vélez y un sinfín de poblaciones del resto de la provincia de Almería y otras de las provincias vecinas (Murcia y Granada) que, o no disponían de Instituto o de Residencia.

Anterior a la existencia del centro muy pocos alumnos que acababan la primaria podían continuar sus estudios medios y/o superiores. Las posibilidades eran escasas: el seminario para los más modestos, las academias particulares y el examen libre en el prestigioso Instituto de Lorca y la residencia en colegios mayores de las capitales próximas (Murcia y/o Granada), solo posible para las familias con alto poder adquisitivo. Con el Internado y el sistema de becas el cambio fue radical. Familias que nunca habían pensado en el porvenir de sus hijos fuera del medio rural dispusieron de centros adecuados (Instituto e Internado) y la mayoría aprovecharon la ocasión. Sus hijos se librarían del yugo del duro faenar campesino o las estrecheces de las clases bajas y medias.

 

Creación del centro:

Inicialmente fue establecido en las dependencias del antiguo Convento de María Inmaculada (1959-1965) y, a partir de 1966, se inauguró el nuevo, moderno, capaz y definitivo edificio que albergó a centenares de escolares ofreciéndoles una oportunidad singular de estudiar y formarse en diferentes aspectos de la vida social e individual.

“El Obispado de Almería, a propuesta del cura D. Pedro Antonio Rodríguez Villareal (natural de Tíjola), decidió construir un edificio de nueva planta, sobre un solar de 3.810 metros cuadrados, la mayor parte cedido por el Ayuntamiento (3.348 m2) y otra pequeña zona comprada a particulares.

La primera piedra del “Cristo Rey” se colocó el 19 de Septiembre de 1963, construyéndose 4.100 metros cuadrados, dos plantas en el ala Sur y cuatro en la de Poniente, campo de deportes, instalación de cocina, comedor, etc. El presupuesto de la obra era de 6.000.000 pts., pero costó doce millones; el Obispado aportó 4.500.000 pts., el Ministerio de Educación Nacional concedió un préstamo de 5.700.000 pts. Y mediante aportación privada 1.500.000 pts." (Francisco Teruel López).

En opinión de uno de los primeros educadores y profesores, Manuel Lamarca, "la primera impresión del Colegio fue de austeridad funcional: amplios pasillos, grandes ventanales, salas de estudio muy iluminadas, pero todo frío, extremadamente austero, sin un solo detalle de decoración, con el mobiliario imprescindible, pero con una ausencia total de confort. Por supuesto, no había que pensar en calefacción, el frío se aguantaba a secas, con ropa y fuerza de voluntad, y entonces había nieve en la sierra desde noviembre hasta abril".

 

Los años gloriosos:

El Internado comenzó a funcionar, estando aún sin terminar las obras, en el curso académico 1966-67, con 200 alumnos internos, bajo la dirección del sacerdote Pedro Antonio Rodríguez Villareal, a quien le sucedieron como directores, Pedro Antonio Serrano Acosta, Manuel Cuadrado Martín, Ignacio Pozo Ramírez y, el último, Manuel Otaño Echaniz”. Durante algunos cursos llegó a tener 325 alumnos procedentes de toda la geografía española. Calculando que pasaron por sus dependencias unos 5.000 alumnos. (Francisco Teruel López).

Testimonio de Manuel Lamarca Pérez: “Todas estas carencias se veían compensadas, eso sí, con un ambiente de estudio como no he vuelto a ver en ningún otro centro y que me recordaba mis años de estudiante. Difícilmente se encontrarán tantos alumnos estudiando tan intensamente, con tanto interés y ahínco. El ideal de Pedro Antonio era “sacar de nuestros campos maestros para nuestros campos”, es decir, contribuir a elevar el nivel cultural de la población de la comarca, ayudar a los chicos de nuestra comarca a que se promocionaran. La formación académica la daba el Instituto, pero era preciso proporcionar alojamiento y, ante todo, crear el clima propicio para el estudio, además de la formación complementaria. A este respecto tengo que decir que, a pesar de ser un colegio auspiciado por la Iglesia Católica, siempre hubo un clima de tolerancia y respeto hacia la conciencia de nuestros alumnos, al menos en el tiempo en que yo estuve en él.

Se insistía más en aspectos como solidaridad, responsabilidad, laboriosidad, aprecio del saber y otros valores anclados en lo humano”. “En aquellos años finales de los sesenta y primeros de los setenta se generó en este Instituto un ambiente de estudio extraordinario. El perfil socioeconómico de los alumnos del internado era modesto, con amplios sectores de alumnos procedentes de un campesinado empobrecido y analfabeto, pero con vivo interés de que sus hijos tuvieran acceso a otro nivel de vida. En mi opinión aquí reside una de las claves del éxito y de las limitaciones del colegio Cristo Rey; la gran mayoría de alumnos estudiaban con beca, proporcionada por el PIO, Patronato de Igualdad de Oportunidades, cuyas condiciones básicas para obtener y mantener la beca eran no suspender una en junio y además sacar una nota media de notable (quien tenía dinero podía suspender tranquilamente sin temor a dejar de estudiar). Este dato de que la casi totalidad de los alumnos del Cristo Rey fueran becarios (no sé si habría alguno que no lo fuera) impuso dos condiciones. La primera se refiere a la disponibilidad de medios: el costo de la pensión anual tenía que acomodarse a la cuantía de las becas; de aquí la escasez que se respiraba, la ausencia de cualquier dato suntuario o simplemente no imprescindible. La otra condición explica el ambiente de estudio: si se perdía la beca, se dejaba de estudiar y en aquella época el estudio se veía aún como el mejor medio para promocionarse profesionalmente y socialmente. De este modo se explica que el estudio no fuera una penosa obligación impuesta por los profesores, sino una tarea personal, recordada y apoyada continuamente por los padres: “si no estudias, ya sabes lo que te espera, el campo”. Demasiado duro para un niño, pero muy eficaz: a los once años ya tenían las ideas claras".

No siempre era fácil armonizar la ineludible obligación de estudiar cada día con las necesidades afectivas, igualmente ineludibles. Cuando llegaba el buen tiempo no eran raros los enamoramientos severos, implacables e inaplazables con sus desasosiegos consiguientes. Muchos de nuestros alumnos se enamoraban tan irresistiblemente, sufrían tal arrebato en su opinión definitivo y total, que se les veía ausentes; podían estar horas sobre un libro sin pasar página porque su mente estaba en otra parte".

Uno de los residentes más destacados por su actividad cultural y años de interno y educador fue Antonio Egea Martínez, quien recuerda el cambio a mejor que supuso el nuevo edifico: "Fue un auténtico lujo cuando durante el Bachillerato Superior nos asignaban a la última planta en habitaciones de a tres. Por entonces ya habíamos dejado el antiguo internado. Ahora dormíamos, dormíamos y estudiábamos en el nuevo colegio. Los trasiegos para ir y venir habían terminado. Todo era más cómodo: El Instituto estaba a un paso, había espacios suficientes, nos pusieron clases de mecanografía, una emisora de radio, capilla amplia, estudio de pintura dirigida por el Padre Saturnino, se formó una rondalla dirigida por Miguel Rojo. ¡Muchas actividades y espacio para desarrollarlas! Creo que fue una época dorada para el nuevo colegio. Las penalidades habían quedado atrás. Me fui en el 68. Volví tres años después como educador. Formamos un conjunto musical y hacíamos baile los domingos. Venían las internas y José del Zúrich protestaba. Preparamos un festival de la canción por todo lo alto".

De igual manera, uno de los directores, Pedro Antonio Serrano Acosta, resalta los valores que las diferencias del resto de la residencias para estudiantes: "En algún Colegio se restringían las salidas a casa sólo a un fin de semana al mes. No éramos mercantilistas. No se podía perder el ritmo. Había que estudiar, competir en lo deportivo, había que ir al mercado, un rato a la discoteca. Sí, estoy convencido: éramos diferentes. No he dicho ni mejores ni peores. He dicho diferentes". Una iniciativa nacida del seno de la Iglesia, impulsada por el cura Pedro Antonio Checa Villareal, durante muchos años, una experiencia única en la provincia de Almería pues, mediante el sistema de becas y las completas instalaciones, numerosos padres apostaron por la educación de sus hijos fuera de los domicilios. Los resultados fueron inmensos, además del desarrollo a nivel personal, se convirtió en la palanca que posibilitó la promoción social, laboral y económica de miles de jóvenes que luego se situaron favorablemente en el entramado socio laboral del país.

 

La decadencia y el cierre:

En los 70 comenzaron a crearse centros de secundaria en varios pueblos, mejoraron las comunicaciones, se introdujo el transporte escolar para los pueblos de la comarca, muchas familias se trasladaron del campo al pueblo y aumentaron las posibilidades de residencias en otros lugares cercanos, de modo que el número de alumnos fue bajando progresivamente hasta que a comienzos de los 80 ya no era posible mantener las instalaciones abiertas con solo 35 residentes, de modo que, a pesar de la subvención de la Fundación Santa María y el Ministerio de Educación, el Internado masculino

fue clausurado en 1983. Los últimos responsables hicieron todo lo que estuvo en su mano para mantener el centro, acudieron a diversas instituciones públicas y privadas, pero la sociedad había cambiado radicalmente. No obstante, nunca desistieron en su entrega hacia los alumnos residentes: “Fueron dos años llenos de recuerdos buenos. Nosotros queríamos ante todo ayudar a los muchachos a ser personas. Intentábamos que adquirieran una enseñanza de calidad. Les pedíamos esfuerzo y les ayudábamos. Al mismo tiempo había un ambiente de confianza que fue generando entre todos una verdadera amistad.

Queríamos tratar igual a todos; los de COU tenían unos “privilegios” que, a nuestro parecer, les distraían demasiado de los objetivos académicos y por ello tuvimos algunas dificultades con ellos. Pero el ambiente (también contribuyó a ello que el número era pequeño) fue de verdadera familia". (Manuel Otaño).

 

Créditos del documental

A

Coordinación

  • José D. Lentisco Puche
  • Alfonso Robles Motos
  • Encarnación M. Navarro López
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Produce

  • Centro de Estudios Velezanos (Ayuntamiento de Vélez Rubio)
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Colaboran

  • Instituto de Estudios Almerienses (Diputación de Almería)
  • Museo Comarcal Velezano “Miguel Guirao”
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Realización

  • José Carlos Castaño


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