Pablo COLSON MARSILLON


COLSON MARSILLON, Pablo (Montequée-Ans, Bélgica, 1823 - Montequée-Ans, Bélgica, 1886). Ingeniero mecánico.


      Nos hallamos ante uno de los personajes más relevantes, por su trayectoria profesional y social, de las primeras décadas de actividad de la minería de Almagrera. Con motivo de la inundación de las explotaciones desde 1847, los accionistas de las minas ricas se deciden, como medio de hacer frente a sus nefastas consecuencias, a la instalación de una máquina de vapor de 100 caballos de potencia, ampliada después a 300, en el pozo Constancia del Jaroso; la responsabilidad del montaje del artefacto, que concluyó el 23-XII-1851, recayó en Colson. Es más, su presencia por primera vez en el distrito cuevano tuvo que ver con que una máquina de estas características, fabricada en los talleres belgas de Haine Saint Pierre y que costaba, incluida su instalación, la friolera de 85.000 duros de la época, venía acompañada de su propio ingeniero montador, pues de otro modo, con las limitaciones profesionales de una zona donde la extracción hasta ese momento era manual, habría sido prácticamente imposible ensamblarla y ponerla en funcionamiento. Bajo su supervisión como director de las instalaciones se realizan constantes ensayos hasta el 27-IV- 1852, fecha en que la máquina comienza a elevar las primeras aguas. Tras un breve intervalo en el que abandonó por propia voluntad sus labores técnicas, volverá Colson a ocuparse de la dirección de las instalaciones a partir de abril de 1853. Al frente de las mismas se mantuvo al menos hasta 1866, cuando se funda la Unión Desaguadora.

      Contó el belga con un espíritu creativo que le empujaba a la innovación constante. Así se pone de manifiesto cuando idea un aparato para la limpieza automática y continua de las calderas, que tenía como principal objetivo desprender las incrustaciones que se adherían a las paredes que, como era sabido, provocaban frecuentes averías con las consiguientes paralizaciones en la marcha del desagüe. Y a esta naturaleza ingeniosa, se le unía un carácter despierto y emprendedor que le hizo percatarse de las posibilidades nada desdeñables que le ofrecían unas explotaciones como las de Almagrera, en las que imperaba la fuerza de sangre -tornos manuales y malacates de caballería- como único motor en los procesos de extracción del mineral. En efecto, Colson va a ser el principal artífice de la particular revolución industrial que se vivió en la sierra, sobre todo a partir de la década de 1860, cuando los artefactos de vapor comienzan a sustituir los sistemas tradicionales de extracción. Su gran acierto estribó en saber adaptar esta nueva tecnología a las condiciones extremas de aridez del lugar y a la pésima calidad de las aguas, circunstancias ambas que incidían negativamente en la vida de las máquinas. Pero supo de igual modo articular un sistema de financiación que evitase un desembolso inicial en metálico al que las pequeñas sociedades se mostraban reticentes, sustituyéndolo por el valor de un porcentaje del mineral extraído.

      Buena prueba del papel del ingeniero en la modernización del distrito es que de las 41 máquinas de extracción que Antonio de Falces recoge en su Memoria historial y descriptiva de Sierra Almagrera, 30 habían sido negociadas, montadas e instaladas por Colson en algunas de las más fructíferas y rentables explotaciones del momento, como Ánimas, Purísima Concepción, Convenio de Vergara o Templanza, entre otras muchas. Fabricadas en Bélgica y Gran Bretaña, eran enviadas desde su origen, convenientemente despiezadas, hasta la playa de Garrucha, desde la que eran trasladadas mediante recuas de bueyes hasta su futura ubicación, donde Colson procedía a su ensamblaje. Al margen de estos negocios particulares, no dudará en asociarse con los hermanos Enrique y Luis Siret para la explotación del coto minero que éstos habían adquirido en Parazuelos (Murcia). Forman esta sociedad en Bélgica a finales de 1882 con un capital inicial de 80.000 duros y entre sus mayores accionistas se halla nuestro ingeniero mecánico, la familia Siret y varios profesores de la Universidad de Lovaina.

      Su prestigio, acumulado durante décadas de ejercicio profesional, le granjeará la confianza de otros emprendedores de la época que solicitarán su consejo técnico o la provisión de materiales para sus proyectos. De este modo, lo vemos negociando desde Bélgica los tubos de hierro para conducir las aguas potables a Cuevas, asunto éste que finalizará con un largo pleito entre sus herederos y la Sociedad de Vecinos de Cuevas, entidad que se había ocupado de la gestión de la infraestructura, por las cuantiosas deudas contraídas con Colson. El Minero de Almagrera, en su edición del primero de febrero de 1886, se hace eco de la pérdida de este notable facultativo: “(…) en los muchos años que ha vivido entre nosotros ha sabido captarse la general simpatía y el mayor aprecio, no solo por sus excelentes prendas de carácter y honradez acrisolada, sino por los grandes y eminentes servicios que ha dispensado a la industria minera española y a la de este distrito muy en particular”.




Fernández Bolea, Enrique





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