Nacida en el seno de una familia muy humilde, encuentra en la emigración la salida natural a los problemas económicos familiares. En Francia realiza diversos trabajos al mismo tiempo que cursa estudios nocturnos en el Instituto Bergerac. Hacia 1928 fija su residencia en Argentina, país en el que conoce al que sería su marido, el industrial de origen inglés Eric G. Drysdale. Transcurridos unos años, queda viuda con una saneada situación económica y una buena posición social. En los años treinta inicia una intensa actividad de solidaridad y ayuda a los sectores de población más desfavorecidos, especialmente niños y ancianos. Su actividad filantrópica la desarrolló tanto en la provincia de Buenos Aires como en España, ayudando a los huérfanos de la Guerra Civil mediante campañas de recogida de fondos entre la población argentina.
En los años cuarenta se intensifica notablemente su actividad filantrópica. Unas excelentes relaciones con los dirigentes políticos del franquismo, junto a una disposición natural para prestar su apoyo económico en todas aquellas causas que lo necesitaran, dieron como resultado una incesante serie de actuaciones destinadas a paliar la precaria situación por la que atravesaba la población española de estos años. Los asilos y orfanatos fueron las instituciones que recibieron mayoritariamente su atención. El municipio de Gádor, su pueblo natal, fue especialmente merecedor del interés de este personaje. La vivienda, la sanidad, la educación, son algunos de los aspectos que se vieron favorecidos merced a su intervención. Ciudades o poblaciones como Granada, Málaga, Córdoba, Almería y Gádor la nombraron hija adoptiva y predilecta por su intensa y desinteresada labor de ayuda a los demás.