Desatacó como poeta epigramático y festivo, agudo e ingenioso, crítico y sagaz, épico y elocuente, según las circunstancias. Fácil improvisador, su hábitat natural siempre estuvo en los ambientes culturales almerienses de su tiempo. De marcado carácter anticlerical, destiló una actitud crítica, severa, contundente y de denuncia social hacia la clase pudiente y los atropellos públicos en sus numerosos artículos periodísticos; a la par que un continuo humor a raudales ante las desdichas y sinsabores de la vida. Junto a F. Rueda sufrió, en más de una ocasión, denuncias ante los tribunales. Publicó numerosas composiciones poéticas en los periódicos -sobre todo en La Crónica Meridional- y revistas del momento, entre las que destacan «Risas y lágrimas», «A los defensores de Almería», «A la primavera». Autor teatral también, lo mismo en prosa que en verso, se le deben comedias como La venganza, Los planes de mi tía y Un quid pro quo; así como algunos pasillos y apropósitos cómicos.