José MARTÍNEZ OÑA


MARTÍNEZ OÑA, José (Almería, 1919 - Almería, 1980). Médico.


     
Miembro del Colegio Oficial de Médicos de la Provincia (colegiado n.º 458 y antigüedad de diciembre de 1948), el Dr. José Martínez Oña abrió una moderna y bien dotada clínica (privada) de Traumatología General y Deportiva en la calle Terriza. Nació en 1919 y falleció en noviembre de 1980. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada en 1947 y doctorado en Cirugía y Traumatología en la Complutense de Madrid en 1951, regresó a su Almería natal donde desarrolló toda su vida profesional en la capital, en un sanatorio quirúrgico que llevaba su nombre, ubicado en la calle Terriza, con un profundo sentido humanista y de responsabilidad en cuanto a revertir a la sociedad y a su irrenunciable tierra todo lo que había recibido de la misma.

Compatibilizó esta actividad con su plaza de médico del Servicio de Traumatología de la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social Virgen del Mar y como médico de la Obra Sindical “18 de Julio”. Fue profesor en la Escuela de Enfermería, dependiente de dicha Residencia y autor de varios artículos de su especialidad, participando activamente en reuniones científicas celebradas en Almería; por ejemplo, como secretario en las Jornadas Médicas de Antiguos Alumnos de la Facultad de Medicina de Granada, celebradas en Almería en 1960, dirigiendo y compilando para la ocasión un libro titulado A su visitante, Almería. Tuvo cinco hijos, no continuando ninguno de ellos su vocación galénica.

Jalonando su faceta pedagógica, a Martínez Oña corresponde la autoría de numerosos artículos en revistas científicas. Dotado de una gran sensibilidad artística y enamorado de la Naturaleza y los paisajes almerienses, recorrió, dibujó, fotografió y describió variados rincones de la provincia: Rioja, Velefique, Castro de Filabres, Escúllar, Gérgal, Olula de Castro, Bacares, Senés, Tabernas, Tahal, Laroya, Serón, Alcóntar, Bayarque, Suflí y Sierro.

La belleza de los Filabres y el olvido y pobreza en la que vivían sus gentes le hizo plasmar sus impresiones en crónicas publicadas en la prensa local que constituyeron el germen de su obra Mis rutas por Los Filabres. Sin duda su gran legado literario, su magnífica aportación a la bibliografía provincial. Fruto de sus años de fines de semana, 15.000 km en coche y muchas “leguas” a pie, recorridos junto a sus hijos y amigos, singularmente los también médicos Francisco de Juan Fernández y Ramón Salinas. De forma minuciosa y pormenorizada glosó pedanías, cortijadas, accidentes geográficos, cotas de altura y senderos, carreteras y caminos forestales. Toda la fauna y flora de la abrupta orografía de Filabres tienen aquí su acomodo.

A título indicativo, valga el siguiente párrafo referido al término municipal de Olula de Castro, pequeña localidad de laja y piedra seca en las estribaciones de la sierra, lindero a los ramblizos de Gérgal y cárcavas del desierto de Tabernas. Entre el pesimismo y la realidad del ya “vaciamiento” de una miríada de mínimas localidades del interior: “… Resecos almendros en la ladera de los montes. Olivos en el fondo de las torrenteras y barrancos. Algunas casas en ruinas… Giramos por la desviación hacia el pueblo, de escasamente un kilómetro, por carretera de tierra y en mal estado. Destaca entre la policromía blanca y pizarrosa la silueta de la iglesia. Entramos por la calle Real hasta el Ayuntamiento por calle empinada... El agua del pueblo viene de la antigua fuente del Pino y llega aquí, a un depósito general que la distribuye a cinco pilares: uno para la escuela, otro para la iglesia, dos para el Barrio Alto y otro para el barrio de Las Cruces, que está junto al cementerio”.





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