Ramón OROZCO GEREZ


OROZCO GEREZ, Ramón (Vera, 1806 - Mojácar, 1881). Empresario y político.


      Segundo hijo del matrimonio formado por Juan Antonio Orozco López y Josefa Gerez, naturales y vecinos de Vera. Tanto Tapia como Santisteban y Flores coinciden en señalar la buena posición económica de la familia, la esmerada educación que recibió Ramón y las simpatías liberales de su padre, quien, según un padrón municipal de 1812, era señalado como “labrador hacendado” de la localidad. En los últimos años de la Guerra de la Independencia, Juan Antonio va a intentar formar parte del Ayuntamiento de Vera como síndico personero. La reacción de algún miembro de la rancia oligarquía local va a acentuar su compromiso con el liberalismo, al sentirse menospreciado “por ser un simple regatón”. Sus negocios mercantiles los simultanea con una destacada actividad política en Vera, en donde llegó a ser alcalde durante el Trienio Liberal, amén de organizador y líder de su Milicia Liberal.

      Ramón heredaría en 1831 el negocio familiar, amén de la pasión por la política y un fervoroso liberalismo. En 1835 aparece como capitán de la Milicia Nacional de Vera, en cuya labor contó con el apoyo de un joven abogado malagueño que por entonces ocupaba la alcaldía mayor de Vera y era titular de su primer juzgado de instrucción. Se trataba del que, con el tiempo, sería el célebre marqués de Salamanca, José Salamanca Mayol. Tras la elección de Salamanca en 1836 como procurador por la provincia de Almería en las Cortes del Estatuto Real, el mismo Orozco pasa a ocupar la alcaldía mayor de Vera. En 1838, con 32 años, es también el comandante de la Milicia Nacional de la provincia y está al mando de la columna que, formada por las milicias de Almería, Berja, Alhama, Gérgal, Huércal Overa, Vélez Rubio y Vera, sale al encuentro de la facción del carlista Tallada, al que derrotan en tierras granadinas de Castril el 27 de febrero.

      Está claro que, antes del boom minero, Orozco ya se había encumbrado hasta una situación muy influyente en la comarca y en la recién creada provincia. Sus contactos, su actitud decidida de hombre de acción en los turbulentos años de la regencia de María Cristina y de las guerras carlistas, su control sobre los milicianos de la zona y su posición económica le habían convertido en líder de la facción más avanzada del liberalismo. La eficacia de esta red de amigos y aliados políticos se pone de manifiesto en su exitosa elección como diputado en el Congreso en la legislatura que se inicia en 1839.

      Para cuando tiene que acudir a tomar posesión de su escaño en Madrid, la comarca ya andaba revolucionada por la noticia del hallazgo minero. La firme posición de Orozco le permitió jugar con rapidez y rotundidad en la lotería que había abierto el descubrimiento del filón de galena argentífera de Almagrera. En abril de 1839 había registrado la concesión minera “Observación”, ocupando uno de los huecos que los registradores de la mina “Carmen” habían dejado sobre la rama principal del filón Jaroso. La mina de Orozco, junto con la decana en la Sierra (la concesión “Carmen”, cuya sociedad había sido organizada por Miguel Soler Molina) y la “Esperanza”, registrada por una sociedad presidida por José Sánchez Puerta, cura párroco de Cuevas, natural de Montejícar, formaban el núcleo principal de las llamadas “minas ricas” del Jaroso. Entre 1839 y 1848, el valor total de las minas de Soler y Orozco equivalía a casi el 50% de la producción bruta total de Almagrera, más de 67 millones de reales sobre un valor total de unos 143 millones. “Observación” había repartido en esos años más de 34 millones de reales entre sus trece acciones, mientras que “Carmen” distribuiría casi 33 millones entre sus treinta partes. Tras una década de actividad, cada una de las acciones de “Observación” se había repartido más de 2,7 millones de reales, a los que habría que descontar sólo un 8% de gastos de explotación. Se trataba, sin duda, de uno de los mayores negocios de la España del siglo XIX.

      A los sustanciosos beneficios obtenidos con el mineral extraído, hay que unir los derivados de la venta de acciones o participaciones mineras de los centenares de sociedades que crecieron como hongos en plena burbuja especulativa. Muy pronto trató de proteger su patrimonio invirtiendo los beneficios mineros en la adquisición de bienes inmuebles y, especialmente, tierras. Orozco puso sus ojos en las fincas que el duque de Alba tenía en Turre y Mojácar o en los bienes nacionales que salían a subasta como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.

      Por otro lado, la minería había promovido desde sus inicios una metalurgia paralela. Entre las fundiciones levantadas en el entorno de Almagrera, sobresaldría en la década de 1840 el establecimiento construido en la playa de Garrucha por Ramón Orozco. En noviembre de 1840 se pondrá en marcha la sociedad de la fundición “San Ramón”, a partir de un grupo de accionistas de la mina “Observación”. Desde entonces el núcleo de Garrucha se va a convertir en uno de los principales centros metalúrgicos de la costa, y el futuro de la población va a estar ligado a las decisiones empresariales de Ramón Orozco. Desde el principio, se hizo una arriesgada apuesta tecnológica: una plantilla de 250 hombres a la que había que añadir 18 especialistas británicos que atendían a los hornos reverberos ingleses, servidos además por una máquina de vapor de 14 cv. Un reputado metalúrgico inglés dirigía las operaciones del establecimiento. Con estos mimbres “San Ramón” encabezaría la producción de plata del distrito: las tortas de plata exportadas hacia Marsella hasta 1848 suponían casi el 30% del total y equivalían a un valor de más de 35 millones de reales.

      Sin embargo, una cadena de hechos irá ensombreciendo el panorama conforme avance la década. En primer lugar, la aparición del problema del desagüe en las minas, notorio desde 1845-46. En segundo lugar, el cierre del mercado galo en 1848, como consecuencia de la revolución política de aquel año, y, finalmente, el levantamiento de la prohibición de plomo sin desplatar en 1852, que provocaría un viraje en la actividad metalúrgica de la zona, dedicada desde entonces a la expedición de los lingotes de plomo sin copelar. El cierre de “San Ramón”, en 1848, supone un cambio de estrategia en los negocios de Orozco, que se acompaña también de un cambio de residencia en nuestro protagonista. Aunque se mantendrá vinculado a sus negocios y posesiones en el Levante almeriense, por ese tiempo Ramón Orozco sigue a su hermano Francisco (que también había sido alcalde de Vera al comienzo de los años 1840) y traslada su residencia a la capital almeriense. Allí, en las huertas extramuros de la ciudad, inicia la construcción de una gran mansión, a la vez que intensifica su actividad política.

      En los años 40, a pesar de la vorágine empresarial en la estuvo inmerso, Orozco no había atenuado, antes al contrario, su activismo político. Su resistencia al cambio político de 1844, que inauguraría la “década moderada”, provocaría la declaración del estado de guerra en el partido judicial de Vera.

      La casa de comercio de Orozco, en donde a partir de los años cincuenta va a ir dando cada vez más cabida a su numerosa prole, amplía sus horizontes empresariales. Las exportaciones de minerales y metales se acompañan de cualquier otra posibilidad de negocio (esparto, uva), mientras que el cabeza de familia se esfuerza en ampliar su ya extraordinario patrimonio inmobiliario. Son años de luces y sombras en la biografía de nuestro personaje. Entre las segundas habría que citar dos fracasos sucesivos en el Levante: el de sociedad, que después de una enorme inversión intentara infructuosamente solucionar el problema del desagüe; y el de la reapertura, también en 1857, de la fábrica de Garrucha, reconvertida en un alto horno para la obtención de hierro y acero. A la vista del éxito siderúrgico de Málaga, nuestro empresario soñó con fundir el mineral de hierro de Cabrera y Bédar, para lo que organizaría una sociedad que hasta 1861 ampliaría sucesivamente su capital hasta la cifra de 6,7 millones de reales. De nuevo se batía el récord y, en muy pocos años, Orozco ponía en pie la más importante empresa industrial jamás vista en la historia almeriense. Sin embargo, la fábrica tuvo un funcionamiento muy irregular y sucumbió rápidamente como consecuencia de la carestía del transporte del mineral de hierro hasta Garrucha y, sobre todo, por el insoportable coste del carbón mineral importado desde Gran Bretaña. Además, el alto horno garruchero adolecía de una demanda escasa en el entorno, con lo que, tras menos de un quinquenio de actividad, se apagaría para no encenderse jamás.

      No desanimó este nuevo fracaso a nuestro personaje. En el mismo año en que se cerraba la fábrica siderúrgica (1864), Orozco encabeza la iniciativa más ambiciosa de nuestro siglo XIX, orientada a dotar a la provincia de una potente entidad financiera. En octubre de 1864 se escritura ante un notario almeriense la sociedad anónima “Banco de Almería”, con un capital de tres millones de reales representados por 1.500 acciones de 2.000 reales cada una. El objetivo del Banco era apoyar el desarrollo mercantil del puerto almeriense y funcionar como un banco de emisión. La sociedad mercantil, que giraba en Almería bajo la razón “Ramón Orozco e Hijo”, fue la principal suscriptora de acciones, al hacerse cargo de 200. Sin embargo, el crack financiero y bursátil de 1866 hizo que el Consejo de Estado dictaminara contra la petición de los comerciantes almerienses.

      Los capítulos más exitosos de la trayectoria de Orozco en esta época tuvieron que ver, sobre todo, con su labor de promotor del desarrollo urbanístico de la ciudad de Almería, a través de su ensanche burgués. En efecto, en pleno bienio progresista (1854-56) y siendo alcalde de la ciudad su hermano Francisco, se determinó el derribo del lienzo de la muralla que arrancaba en la Puerta Purchena. El dueño de buena parte de los antiguos huertos intramuros y extramuros era nuestro personaje, destacando en particular los que habían pertenecido al extinguido convento de San Francisco. Dentro del antiguo recinto amurallado y en torno a la nueva Plaza de Isabel II (de la Libertad desde 1868 y, actualmente, de San Pedro) la demanda de solares de la burguesía almeriense del momento propiciaría un sustancioso negocio para Orozco. En la década siguiente, la venta de solares en lo que había sido el llamado huerto de Orozco permitiría también la urbanización de los terrenos aledaños al nuevo paseo abierto, tras el derribo de las murallas y el inicio del ensanche hacia el levante de la ciudad tradicional.

      Tras estos fracasos empresariales, va a ir abandonando progresivamente los negocios que pasan a estar dirigidos por sus hijos, bajo la razón “Orozco e Hijos” u “Orozco Hermanos”, y va concentrando su interés en la política. Además, la inesperada muerte de su hijo Ginés (1865) le obligará a tomar personalmente las riendas del partido progresista almeriense. Muy activo en la conspiración contra Isabel II, en septiembre de 1868 presidiría la Junta Revolucionaria de la provincia, antes de ser gobernador civil y de que el Paseo de Almería llevase por unos meses su nombre en 1873. Desencantado de la política y enfermo, renunció a su acta de senador en 1871, tras haber sido diputado por última vez en las Cortes de 1869. A la muerte de Ana Segura (1872), su mujer, decide retirarse de la vida pública en su finca de las Alparatas, en Mojácar, donde moriría en 1881. Por esos años, Orozco era, a pesar de los reveses, el hombre más rico de la Almería de su tiempo, con una contribución por sus tierras en Almería, Mojácar, Turre, Antas, Huércal de Almería, Garrucha y Vera, que duplicaba a la de los que le seguían en la lista de los mayores contribuyentes de la provincia.

      Líder indiscutible del progresismo almeriense, sería diputado a Cortes en 1839, repitiendo en 1846, 1850, 1851 y 1869; y senador, como ya se ha dicho, en 1871.





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