Francisco de ORTEGA 


ORTEGA, Francisco de (Palenzuela, Sin datos - Almería, 1546). Eclesiástico.


      Uno de los numerosos sobrinos del obispo Juan de Ortega que abrazaron la clerecía. Bachiller en Sagrada Teología. Fue presentado posiblemente para una canonjía en 1492, de las que “enbiarónse al obispo de Auila (futuro arzobispo fray Hernando de Talavera) asy en blanco para que él las hinche”. En realidad, uno de los familiares de confianza de dicho obispo, que lo convirtió en provisor y deán de la sede almeriense: la máxima autoridad de su gobierno y administración, habida cuenta la ausencia de aquél. A finales de julio de 1515 perdió el provisorato que, por decisión del nuevo obispo Francisco de Sosa, pasó a manos del canónigo Antonio de Soto.

      Durante ese primer periodo, además de la dirección económica, tuvo otros importantes cometidos. Por ejemplo, las acciones llevadas a cabo para recuperar las iglesias de la Taha de Marchena, tomando posesión de ellas en nombre de su obispo en mayo de 1507. Esta reclamación, reactivada en tiempos de Villalán, no prosperó. Otro relevante asunto encomendado, relacionado con el estado físico de las parroquias del obispado y posibles soluciones, fue la realización de pesquisas y redacción del correspondiente informe, asunto que, en 1512 y a solicitud del rey Fernando, evacuó en colaboración con Pedro García de Atienza, capellán mayor de la Capilla Real de Granada. Las instrucciones reales que de ello emanaron chocaron frontalmente con algunos señores temporales, entre otros, Pedro Fajardo, marqués de los Vélez. No obstante, parece que nuestro biografiado llegó a ser el valedor de dicho Marqués en la curia almeriense. Y así vemos como, poco tiempo después de la llegada del nuevo obispo Diego Hernández de Villalán (a quien el citado Marqués puso el apodo de Galalán), el deán es apartado bruscamente de los asuntos económicos, si bien sigue figurando nominalmente como tal dignidad catedralicia.

      Su testamento, otorgado el 21 de octubre de 1543, en la modalidad de cerrado y ante el escribano Juan de Palenzuela, desvela información de gran interés, en parte desconocida hasta la fecha: “It. Digo y declaro para el caso en que estoi y por la quenta que debo dar a Dios, que yo no soi encargo de iglesia ninguna ni a beneficiado de dicho obispado de Almería, ni entraron en mi poder mrvds. dellos mientras fui Provisor de dcho. obispado, y que todos los bienes, maravedis y eredades que me tomó el obispo Don Fray Diego de Billalán, que son en quantía de más de tres mill ducados, que los dí y él me los tomó por fuerza y por justo temor que de él tenía y por ser hombre tan riguroso, y que yo no debía nada de ello...”, manifestaciones que, dice, puede justificar con tres sentencias a su favor dadas por el Tribunal de la Rota, en Roma, en los años de 1516-17. El capítulo de quejas es largo: ...y me hizo muchas vexaciones y me tubo mucho tiempo preso, como es mui notorio en Almería”. Invita a sus herederos a persistir en las reclamaciones frente al obispo y, para el caso de que no lo hagan “dentro de medio año después de mi finamiento”, cede y traspasa dicha acción y su derecho en el prior del convento de Santo Domingo de Almería. Declara que quiere ser sepultado en la Iglesia Mayor de Almería, “donde agora se hace el oficio, con avito sacerdotal”, próximo al lugar donde descansa su hermano Sancho... “pero si la Iglesia Catedral se trasladare a la Iglesia Nueva que se edifica”, pide que su cuerpo sea también trasladado a ella, “en medio del crucero de dicha iglesia... y pongan en mi sepultura una losa grande de mármol que yo tengo”. Recela de que, en su momento, se efectúe su traslado a la iglesia nueva, por lo que condiciona la entrega por sus albaceas a la fábrica de “una cruz de plata que yo tengo que pesa tres marcos y algo más y un cáliz de plata y unas vinagreras hasta quatro marcos de plata...”, a que efectivamente se produzca el traslado; y advierte de que, caso de que el obispo y el deán que en ese momento fueren no accedan a ello, “que se vendan dicha cruz, cáliz y vinagreras en pública subasta y lo resultante se de en ropas o en dineros a pobres vergonzantes de Almería". Instituyó dos capellanías en el coro de la Catedral, dotando al capellán que las sirviese con 15.000 mrvds. anuales, con la obligación de servir todas las horas hábiles, además de decir cuatro misas semanales por su alma. Instituyó igualmente dotaciones anuales de 14.000 y 12.000 mrvds. para ayuda a estudiantes y casamiento de doncellas pobres, respectivamente.

      En cuanto a Diego, su esclavo loro, de edad entre 25 a 30 años, lo ofrece al Lcdo. Álvaro de la Torre, canónigo y provisor del Baza, “que pagando por él quarenta ducados para ayuda al cumplimiento de ni ánima, que se lo den y sea suyo después de mis días y haga del lo que quisiere”. En el capítulo de misas, deja consignadas un buen número a favor de sus padres, hermanos y otros familiares, entre ellos, su tío el obispo, además de doscientas a favor de su propia ánima. Tiene también un recuerdo para el arzobispo Talavera, a quien posiblemente deba su nombramiento de racionero en 1492 y ofrece diez misas por su alma. Y, en fin, deja por herederos universales de sus bienes, una vez cubiertas las dotaciones indicadas, a tres de sus sobrinos: el licenciado Bartolomé de Mirabete, Juan de Ortega y Luis de Santa Cruz, todos miembros del cabildo catedralicio almeriense. Hay un cuarto heredero, el ya aludido provisor de Baza, Lcdo. Álvaro de la Torre, del que desconocemos la existencia de nexo familiar, aunque sabemos que era también de origen burgalés. Con alguno de estos herederos sospechamos que existió otro tipo de parentesco. Sancho Ortega, hermano de nuestro biografiado, ocupó también una canonjía en la Catedral desde 1492, llegando a ostentar la dignidad de prior. Testó ante el escribano Pedro Gallego (23-II-1537) y dotó una memoria de misas con finca en Benahadux. Otro familiar que, si bien no residió en Almería, disfrutó aquí de prebenda fue Andrés de Zerezo Ortega, sochantre y canónigo en Burgos. Son frecuentes las transacciones comerciales que, a título personal, realiza, como se puede apreciar en el protocolo del escribano Alonso de Palenzuela de 1519/20. En su propio testamento hace relación de una serie de censos que posee, parte de los cuales posiblemente eran préstamos encubiertos. Y así, no resulta arriesgado pensar que, a la llegada del nuevo obispo Villalán e informado adecuadamente, proceda en justicia y arrebate por impropia a nuestro deán la no desdeñable suma de tres mil ducados. No obstante, el trato y medios empleados por el obispo parecen justificar las palabras que amargamente le dedica nuestro deán: “hombre tan riguroso”. Sus deseos de perpetuar su recuerdo en santo recinto fueron escuchados: sus restos descansan bajo losa sepulcral en el centro del crucero de la iglesia nueva, hoy Catedral de Almería. En definitiva, una importante saga familiar, capitaneada en Almería -ausente el obispo- por nuestro personaje y que dejó larga huella.





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