El padre se lo llevó de ayudante
a su sastrería, pero al joven Padilla no le gustaba este trabajo y, afortunadamente,
apareció pronto un personaje decisivo para él que modificó el curso
de su vida: Eugenio Lloret, director de la banda de música de Infantería
de Marina, quien, adivinando sus aptitudes, le propuso estudiar música
con él. En Almería actuó en el Casino y, ya por entonces, siendo tan
pequeño, empezó a componer. Él mismo dirigió una obrita suya al frente
de una pequeña orquesta, quedando claro que su vocación definitiva era
la música.
Su primer desplazamiento a Madrid tiene lugar con
15 años, cuando su profesor de música, Lloret, recomienda el viaje a
sus padres. Comienza sus estudios en el madrileño Real Conservatorio Superior
de Música y pronto destaca su trabajo bajo la influencia de los grandes
profesores que tuvo la suerte de conocer. Visita los lugares de moda de
esta época y se hace amigo de las personas que frecuentan estos lugares:
militares, toreros, músicos, artistas. En 1906 lo contratan como director
del teatro Barbieri y presenta su primera obra de teatro: Socorro o
la hija de Chispa, que se estrenó en Almería. De este mismo año
es la zarzuela en un acto ¡Mala hembra!, con letra de D. Ventura
de la Vega, estrenada en el Barbieri y en la que Padilla utiliza un tema
popular de Andalucía: «el garrotín». Dirigirá igualmente el teatro
Martín, pero su gran ilusión es estrenar en el prestigioso Apolo, tan
de moda por aquellos días, consiguiéndolo el 28- XI-1910 con su obra
Pajaritos y flores.
Realizó varios viajes sucesivos a Barcelona, donde
llegó a tener residencia permanente durante largas temporadas. Descubre
la ciudad gracias a su amigo Amadeo Vives, compositor; asiste a reuniones
de ambientes teatrales, conoce al poeta Muntaner, al músico Pahissa, a
grandes personajes como Ramón Casas, Pablo Picasso y otros, que luego
se convertirían en admiradores suyos.
Los letristas Oliveros y Castellví le pidieron una
música con ambiente taurino y Padilla compone El Relicario (1915),
cuyo origen está en la afición que sentía Padilla por los toros, pues
de pequeño acompañaba a su padre a las corridas. La estrenó la cupletista
Mari Foncela, pero quien la hizo famosa fue Raquel Méller, esposa del
periodista Gómez Carrillo desde 1919. La interpretación fue apoteósica.
Esta obra constituyó un acontecimiento y traspasó las fronteras: se cuenta
que el triunfo electoral de Eisenhower en 1952 estuvo acompañado por las
notas alegres y sentimentales de El Relicario. La canción entusiasmó
tanto que se escuchó en todos los actos públicos de esa campaña. En
París se vendieron 110.000 ejemplares del pasodoble y, según afirma D.
Martínez Olmedilla, Padilla se compró un «château» en Francia.
A requerimiento de su amigo y letrista, Eduardo Montesinos,
compuso La Violetera (1915), inspirándose en las floristas del
Paralelo de Barcelona. La primera cupletista que cantó por esta canción
fue Consuelo Portela (La Chelito); después lo hizo Conchita Ulía,
«con traje goyesco, mantilla de madroños y los consabidos palillos»;
la interpretación de Raquel Méller, en el Olympia de París, en 1919,
obtendría un extraordinario éxito; actualmente, la vedette Sara Montiel,
en la película que lleva el mismo nombre, mimó la canción, ataviada
con sus botas, falda de volantes y un cestillo de violetas. Charles Chaplin
utilizó esta canción en su película Luces de la ciudad, en tiempos
de cine mudo; más tarde, cuando llegó el sonido, la volvió a utilizar
sin autorización, de modo que Chaplin, por sentencia judicial, se vio
obligado a incluir el nombre de Padilla en los créditos de la película.
En 1934 compone la zarzuela La bella burlada basándose en los recuerdos
de su estancia en la ciudad de Granada y la estrena en el Teatro Nuevo
de Barcelona, actuando Padilla como director de la orquesta. Al día siguiente,
la prensa felicita a los creadores.
Viajó por distintos lugares de Europa y América,
que le ayudaron en su creación musical, ya que se relacionó con artistas
de distintos ámbitos: escritores, músicos, pintores, artistas que forman
parte de la Historia Universal del siglo XX. Ciudadano del mundo, sus canciones
son adoptadas por distintos pueblos, se universaliza. Buenos Aires, donde
realizó numerosos viajes, también ejerció una fuerte influencia en su
obra. Primero, como director de orquesta en la compañía de Úrsula López
y alternando este trabajo con sus composiciones. La inspiración en Buenos
Aires le sirvió para componer unos tangos: Porteñita, Vidalita
y El taita del arrabal, entre otros; este último, con letra de
Manuel Romero, alcanzó tal éxito que es considerado como una tradición;
lo han cantado distintos artistas, entre ellos, el gran Carlos Gardel.
En la ciudad porteña estrena la zarzuela La corte del amor, en
el Teatro de la Comedia (1916), con el tenor Tito Schipa. Allí conoció
a los empresarios Emilio Losada, Fernando Rey y a los artistas de una compañía
que venía contratada por estos empresarios, el matrimonio Ibáñez Menta
con su hijo Narcisín (7 años). Dedicada al pequeño, compuso la obra
El príncipe Cañamón. Sigue relacionándose con grandes personajes
del mundo artístico: Miguel Ligero y Carlos Gardel, quien interpretaría
varias canciones de Padilla. De su etapa americana también podemos destacar
Las burladoras, en la que, en un pequeño papel, actuó una jovencita
que más tarde se convertiría en una gran vedette: Celia Gámez.
Por recomendación de Losada, Padilla viaja a París,
ciudad donde más tiempo vivió, más éxitos cosechó, más dinero ganó,
más homenajes se le rindieron y más atención le prestaron, quizás,
el país preferido de Padilla y donde se consolidaría su fama de artista
genial. En París, Padilla se emociona y queda maravillado ante esta ciudad
de las luces, por el ambiente bohemio que entonces allí se respiraba.
Diversas personalidades del mundo del arte se fijaron en seguida en él:
el escritor y director de escena J. Charles, que le ofreció un contrato
con la Orquesta del Casino; también conoció al editor Salabert y al empresario
de la editora más importante de aquellos tiempos, R Huguet, que tanto
influyó para que se publicaran muchas de sus composiciones. Su música
se escuchaba en los mejores locales parisinos, entre ellos, el Folies Bergère,
el Moulin Rouge y el Casino de París. Padilla goza escuchando su música
en estos lugares y sigue relacionándose con los artistas más importantes
del momento: G. Gerswin, Picasso, Ortíz de Zárate. Ingresó como miembro
de la Sociedad de Autores de París (SACEM). También era miembro de la
SGAE. Otra de las grandes canciones de Padilla fue Ça c’est París,
estrenada (1926) en el Moulin Rouge por “La Mistinguette”, alcanzando
tal éxito que hasta se ofreció a Padilla la nacionalidad francesa, llegando
a decirse que esta canción se ha convertido en emblema de París. Padilla
vive a lo grande y tiene chófer, mayordomo y toda clase de servicio.
La artista Mercedes Serós quería una música con
sabor a Valencia y pide a Padilla una de sus composiciones. El compositor
piensa enseguida en el pasodoble de la revista La bien amada, en
la parte que canta el coro de los marineros o pescadores. Y Mercedes Serós
cantó por primera vez en París esta melodía (1925). De esta forma nació
la famosa Valencia, un pasodoble lleno de alegría y elegancia,
con un sentimiento muy español y letra de José A. Prada. En las primeras
semanas se llegan a recaudar 25 millones de francos. Pero quien verdaderamente
hizo famosa esta canción fue la famosa cupletista Mistinguette, que la
cantó en el Moulin Rouge logrando uno de los mayores triunfos internacionales
alcanzados en su carrera artística. Después ha sido cantada por infinidad
de artistas: Carlos Gardel, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Hipólito
Lázaro, etc. En Valencia se le rindieron distintos homenajes: un busto
y una calle con su nombre.
Regresa a Madrid y estalla la Guerra, pero Padilla
sigue trabajando y compone Sinfonía portuguesa, como homenaje a
su mujer, Lydia. En estos años realizó viajes a distintos lugares europeos:
en Estambul conoce al filósofo, escritor y político León Trostky; visita
Como, Noruega, siempre acompañado por su mujer; y llega a Italia, donde
conoce a otra personalidad de la música y al que admiraba: Puccini, bastante
mayor que él. Aquí compuso la música para el cuento infantil de Pinocho.
La producción del compositor almeriense abarca distintos
géneros: ballets, obras para piano solo, una obra para orquesta y coro,
obras de acompañamiento, de carácter religioso, dos para música de cámara,
dos óperas y diez operetas, varias zarzuelas, películas con música suya,
obras para bandas sonoras, espectáculos, varias canciones... En la SGAE
figuran 265 obras. Destacan en Padilla su asombrosa capacidad de improvisación,
que sólo se encuentra en los músicos innatos.
Es una personalidad peculiar: viaja por el mundo acompañado
de su piano y sus dos perros. Destaca su elegancia en el vestir, cosa nada
extraña en el hijo de un sastre. Era muy exigente consigo mismo. Las mujeres
de su entorno tuvieron gran importancia en su vida afectiva: la actriz
Gloria Torrea; Rosa Oruechevarría, a la que conoció en Buenos Aires en
1916 y con la que se casó en 1917, aunque se separó de ella al año siguiente;
la artista Adrianne Boissard, con la que vivió varios años; la cantante
italiana Gabriela Bezanzoni, que estrenó en Méjico La gitana,
una de las dos óperas de Padilla; Lydia Ferreira, cantante portuguesa
conocida como la Lusitana, con la que contrae matrimonio (8-XII-1934)
y convive hasta su muerte.
En sus pocos viajes a Almería dejó siempre claro
el cariño y el recuerdo que en todo momento había conservado a su tierra.
En 1935, por acuerdo del Ayuntamiento, se le nombra hijo predilecto de
Almería y compone un Himno a Almería. En 1942 viene a esta ciudad
con su mujer y trae el prometido himno con letra del poeta y escritor almeriense
José Mª Álvarez de Sotomayor. En 1946 Padilla llega unos días antes
del estreno, ensaya, concede una entrevista en Radio Almería a Juan Cuadrado,
prueba voces de grupos en la antigua Escuela de Artes (hoy Instituto Celia
Viñas) y, por fin, el 29 de agosto, en la misma plaza de toros, dirigió
su famosa obra Valencia y su Himno a Almería, al frente
de tres bandas de música: las municipales de Córdoba y Almería y la
de la 1ª Legión de Tropas de Aviación, con la intervención de los coros
almerienses. El día 31, en el despacho oficial del alcalde y con asistencia
del Gobernador Civil y jefe provincial del Movimiento, se le entrega un
artístico pergamino en el que consta el acuerdo municipal de nombrarle
hijo predilecto de Almería.
En 1944 compuso una obra dedicada a la memoria de
sus padres, con un autógrafo dedicado al autor las tres letras, el poeta
Bernardo Martín del Rey. Las tres canciones (La ciudad novia, Sueño
oriental y Zambra Urcitana) son como un pequeño jardín en un bello
desfile de melodías evocadoras de la dulce y delicada “Ciudad Novia”,
que es su tierra. Más tarde compuso el Himno-Plegaria a la Virgen del
Mar, con letra de Manuel del Águila, estrenado en Almería el 8-IV-1951.
El 25-X-1960, a las once de la mañana, se extingue la vida
de José Padilla Sánchez de un ataque al corazón. Había vivido intensamente,
su permanencia se recordará siempre a través de sus canciones: «Lírico
creador de sueños», como lo llamó el periodista Luis González de
Linares.