Obispo de Almería (1947- 1965). Hijo de una familia humilde (su padre, Francisco R. López, era transportista), era el quinto de ocho hermanos. Huérfano desde que tenía 13 años y con una gran penuria de la familia, siguió en el Seminario gracias al empeño de su madre, Magdalena García Béjar. Hizo sus estudios en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, como becario y fámulo del rector D. José María Molina. Alumno del Colegio Español de San José, de Roma, Ródenas fue uno de los primeros licenciados en Sagrada Escritura entre los españoles, consiguiendo también el doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana. Tenía, por tanto, una preparación académica muy completa. Recibió el orden sagrado del presbiterado en 1921. De regreso a Murcia ejerció de coadjutor de San Lorenzo y profesor de latín del Seminario. En 1936 es nombrado canónigo lectoral de la Catedral de Murcia, aunque no pudo tomar posesión hasta después de la Guerra Civil. En 1940 se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Murcia, siendo profesor de metafísica en ella y desarrollando funciones docentes en el Instituto Alfonso X el Sabio, en el Seminario y en el Colegio de San Antonio.
Elegido obispo de Almería en 1947, siendo consagrado en la Catedral de Murcia y haciendo su entrada solemne a la diócesis en octubre de ese año. Su labor como prelado almeriense fue amplia y duradera. En 1948 y 1958 organizó dos misiones generales en la diócesis. Su devoción mariana quedó patente con el esplendor que se celebró el año mariano de 1954, coronando las imágenes de la Virgen del Mar, de los Remedios, del Río y del Rosario. Asimismo, durante su obispado, se cuidó de enriquecer la Catedral con diversos ornamentos, retablos, reliquias y obras de orfebrería como la carroza del Corpus y el retablo de San Indalecio. Se preocupó también de dignificar las instalaciones del Seminario diocesano, construyendo el de verano en Aguadulce, con el nombre de Reina y Señora. Ya antes, durante la posguerra, se preocupó de poner en marcha el Colegio Diocesano de San Ildefonso y el Colegio Menor de Cristo Rey. También, impulsó el establecimiento de numerosas escuelas parroquiales en una época en la que el Estado no podía cubrir estas necesidades. Promovió el desarrollo de la Acción Católica y de los cursillos de cristiandad, dotando a estos movimientos de una sede propia en la calle Arráez y de una casa de ejercicios en Aguadulce, junto al Seminario de verano. Su preocupación por la educación de los jóvenes, por la devoción mariana, por las necesidades de la diócesis y por la mejora de sus instalaciones hacen de Alfonso Ródenas un gran hombre, de una fe profunda, de una cultura enciclopédica y de una tenacidad sobresaliente.