Nicolás SALMERÓN Y ALONSO


SALMERÓN Y ALONSO, Nicolás (Alhama la Seca, 1837 - Pau, Francia, 1908). Político.


      Republicano de cátedra, presidente del poder ejecutivo de la Primera República y hombre de profundas convicciones morales y éticas, proyectó las ideas del krausismo en la política española e intentó encauzar el republicanismo de finales del siglo XIX y principios del XX por la senda del parlamentarismo. Su inclinación por la política se forjó durante su infancia y juventud en un ambiente familiar y territorial de señalado acento progresista y demócrata. Su padre, Francisco Salmerón López, y su tío Nicolás fueron pioneros del liberalismo de la provincia de Almería desde la intentona liberal de “los coloraos” de 1824. Nació en Alhama la Seca, núcleo de pequeños y medianos campesinos e importante bastión del liberalismo desde el Trienio Liberal. Tuvo sus primeros contactos con las ideas democráticas en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Almería (1846-1850), en cuyo cuadro de profesores estaban algunos iniciadores del partido democrático almeriense, como su cuñado Gaspar Molina Capel, Pantaleón Martín Aguado y Santiago Capella Oriola. Inició los estudios de Filosofía y Letras y Derecho en las aulas de la Universidad de Granada (1852-1855). Allí entró en contacto con la filosofía alemana y conoció a Francisco Giner de los Ríos, figura decisiva, años más tarde, de la Institución Libre de Enseñanza.

      La presencia de Salmerón en el movimiento krausista fue muy temprana. Su traslado a Madrid en 1855 para estudiar tercer curso en la Facultad de Filosofía le llevó directamente a recibir las enseñanzas de Julián Sanz del Río, introductor del krausismo en España. Formó parte, junto a Gumersindo de Azcárate y Francisco Giner de los Ríos, de la segunda hornada de discípulos de Sanz del Río y, con ellos, proyectó en la sociedad española los postulados reformistas del krausismo.

      La vida de Salmerón transcurrió en Madrid, entre la filosofía y la política. Terminó la licenciatura de Filosofía y Letras (1858), impartió clase como profesor auxiliar en el Instituto de San Isidro e ingresó en la Universidad como profesor auxiliar de la Facultad de Filosofía (1860). Publicó, junto a Federico de Castro, un Compendio de Historia Universal (1863) de marcado carácter krausista y ganó la cátedra de Historia Universal de la Universidad de Oviedo (1864), de la que no llegó a tomar posesión. Catedrático supernumerario de la Universidad Central de Madrid, tras obtener la cátedra de Metafísica de la Facultad de Filosofía y Letras en 1866, la enseñanza fue su auténtica vocación y su principal modo de vida.

      Salmerón llegaría a dar respuesta en el campo de la enseñanza privada a la política represiva del partido moderado, poniendo en pie el Colegio Internacional (octubre de 1866), claro antecedente de la Institución Libre de Enseñanza. La Filosofía sería, a falta de una fe religiosa positiva, la que sostuvo todo lo que fue Salmerón a lo largo de su vida. A pesar de su escasa obra escrita, siempre quiso que se le recordara como filósofo. Sus primeras aportaciones doctrinales, “El Pontificado y la civilización moderna” y “La encíclica Quanta cura y la civilización moderna”, las sacaba a la luz en La Revista Democrática (1865) con ocasión de la promulgación por el Papa Pío IX de la encíclica Quanta cura.

      Se dio a conocer por sus ideas democráticas y su oratoria en las tertulias del café Universal y en los debates del círculo filosófico de la calle Cañizares. Fue redactor del diario La Democracia (1864), dirigido por Castelar, al tiempo que participaba activamente en el seno del partido democrático. Si los hombres del krausismo, gradualistas por definición y partidarios de la armonía social, tuvieron escasa presencia en la escena política, Nicolás Salmerón fue el que tuvo mayor dimensión política de todos ellos. Fue el candidato más votado para el comité del partido demócrata madrileño en noviembre de 1865, sufrió la represión del último gobierno moderado de Narváez y su negativa a firmar un escrito de adhesión a la Reina le costó la separación de la cátedra (1867). El filósofo almeriense era un demócrata convencido y su implicación en las conspiraciones contra Isabel II le llevó a la cárcel del Saladero en junio de 1867, donde permaneció hasta finales de año. Salmerón se definía en aquellos momentos como “radical en ideas, pero conservador en los procedimientos”.

      El Sexenio Democrático le deparó el mejor momento de su vida política, al acceder a la presidencia del poder ejecutivo de la Primera República. El triunfo de la Revolución del 68 le sorprendió convaleciente en su pueblo natal. Se trasladó a Madrid, ocupó cargos en la Junta Revolucionaria e intervino en los debates de las asambleas que el Partido Demócrata celebró en el teatro-circo Rivas (octubre de 1868), donde se pronunció por la República Federal y rechazó la República unitaria. Tuvo la oportunidad de sintetizar sus ideas democráticas en el manifiesto dirigido a los Electores de las circunscripciones de Almería y Huércal Overa, cuando los republicanos almerienses lo reclamaron para presentar su candidatura a diputado para las Cortes Constituyentes por la circunscripción de Almería en enero de 1869, en clara competencia con su hermano Francisco, que lo hacía por el bloque monárquico gubernamental. Su derrota electoral le impidió participar de una manera directa en los trabajos de elaboración de la Constitución de 1869.

      Salmerón entró a formar parte de las Cortes, como diputado por Badajoz, tras las elecciones generales del 8 de marzo de 1871 y, a mediados de octubre, se dio a conocer como brillante parlamentario en la defensa de la legalidad de la Asociación Internacional de Trabajadores. La proclamación de la República (11-II-1873) elevó a los hermanos Salmerón al Consejo de Ministros bajo la presidencia de Estanislao Figueras. Nicolás fue elegido ministro de Gracia y Justicia y Francisco, ministro de Ultramar. Nicolás permaneció al frente del Ministerio hasta el día 7 de junio, donde contó con la colaboración de Gumersindo de Azcárate, Concepción Arenal y el mismo Giner de los Ríos en actividades afines a los intereses de los reformadores krausistas. Ocupó la Presidencia del poder ejecutivo de la República durante 50 días (18-VII a 6-IX-1873), tratando de fortalecer la autoridad y gobernar con temple conciliador entre reformistas y federalistas. No lo tuvo fácil. Su política de moderación atrajo el apoyo del republicanismo de centro-derecha, pero cosechó la crítica y la animadversión de los federalistas intransigentes, que catapultaron la rebelión cantonal en Levante y Andalucía. Controlada la sublevación cantonal, hecha excepción de Cartagena, dimitió de la jefatura del Estado por no firmar la pena de muerte. Era presidente del Congreso de los Diputados cuando el general Pavía dio un golpe de estado (3-I- 1874) y terminó con la República democrática. Aquella República sin republicanos de 1874 acabó con el pronunciamiento del general Martínez Campos y la restauración de la monarquía borbónica en la figura del príncipe Alfonso.

      Los primeros años de la Restauración fueron de persecución y exilio para Salmerón. También de deriva hacia el positivismo como se pondría de relieve en el “Prólogo” al libro de Hermenegildo Giner Filosofía y Arte (1878). Las medidas del marqués de Orovio, ministro de Fomento del primer gobierno de la Restauración, provocaron la protesta de los profesores krausistas. Salmerón, Azcárate y Giner fueron deportados y expulsados de sus cátedras. Salmerón se volcó de lleno en la política y suscribió, junto a Manuel Ruiz Zorrilla, un manifiesto de creación del Partido Republicano Reformista (1876), que le obligó a tomar el camino del exilio parisino. Se iniciaba para Salmerón un largo período de exilio en el que se sostuvo gracias a la apertura de un bufete de abogado. Volvió del exilio a finales de 1884, una vez que los fusionistas de Sagasta le reintegraron en la cátedra y trajeron nuevos aires políticos a la Restauración. Nicolás Salmerón se acomodó en el Partido Republicano Progresista en los años ochenta, a pesar de la incomodidad que le suponía los procedimientos revolucionarios que propugnaba Ruiz Zorrilla. Su republicanismo era reformista, nacional, laico, partidario de la vía parlamentaria y la intervención estatal en la resolución de la cuestión social. Venía a ser una especie de centro republicano equidistante del posibilismo de Castelar y del republicanismo insurreccional y populista.

      El político almeriense despertó gran admiración entre sus paisanos, pero jamás fue elegido diputado por su tierra. Todos los intentos (1869, 1881, 1891, 1893) sucumbieron ante el fraude electoral de los caciques de los pueblos de la circunscripción de Almería. Salmerón, sin embargo, fue elegido diputado a Cortes por el distrito barcelonés de Gracia en unas elecciones parciales en 1892 y, desde entonces, su vida política y parlamentaria estuvo vinculada a Cataluña. Salmerón fue un firme defensor de la vía política parlamentaria y de la búsqueda de la unidad entre los republicanos en los años finales del siglo XIX. En su haber están los intentos de reunificación del movimiento republicano de 1893, la Fusión Republicana de 1897 y, sobre todo, la gran Unión Republicana de 1903, que aglutinó a la mayoría del republicanismo español bajo su jefatura a los pocos meses de haber accedido al trono Alfonso XIII.

      El final de su trayectoria política estuvo vinculado al proyecto de Solidaridad Catalana. Surgió del ofrecimiento realizado por Salmerón a los nacionalistas catalanes en noviembre de 1905, ante la amenaza que suponía la Ley de Jurisdicciones para el poder civil. El acuerdo con el catalanismo era para el político almeriense la oportunidad de incorporar otras fuerzas políticas (desde catalanistas a carlistas), a la lucha anticaciquil y al proceso de democratización y modernización de la sociedad española. Veía en Solidaridad los comienzos de la regeneración e intentó extenderla al resto de las regiones de España. Pese al triunfo en las elecciones de 1907 en Cataluña (41 de los 44 escaños), la cuestión de Solidaridad enfrentó duramente a Alejandro Lerroux con Salmerón y contribuyó a profundizar la división del republicanismo español. Salmerón, falto de fuerzas y decepcionado, renunció a la jefatura de la Unión Republicana en la Asamblea de 1907. Un año después, moría en Pau (Francia) el 20 de septiembre de 1908. Su imagen había quedado en la iconografía del santoral laico como “político honrado y austero”, “sabio filósofo o catedrático” y especialmente como “el tribuno del pueblo”, que con su larga toga y la corona de laurel surgía de las urnas para hacer posible la democracia.




Martínez López, Fernando





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