Nacido de padres mojaqueros, lo encontramos ya en 1882 ejerciendo la medicina en Huércal Overa. Se casó con Encarnación Ortega Aledo, hija de Tomás Ortega Ballesta, quien fue alcalde a finales de la década de los setenta. Hombre piadoso, vivió su profesión como un servicio a los demás. Y así se puso de manifiesto en su generosa actuación en la epidemia de cólera del año 1885, junto a otras personalidades del pueblo, entre las que se encontraban Salvador Valera Parra, el Cura Valera, y el alcalde Domingo Martínez Sánchez.

      Al decir del semanario huercalense El Almanzora, Antonio Beltrán “no fue un médico más; fue un hombre con alma de santo y cuerpo de roble. Era el médico, el amigo, el consejero, el amparador. Nadie ha prodigado su ciencia con tanto desinterés, con tanta abnegación como él. Los ricos lo adoraban, los pobres lo bendecían, y aun ahora, después de nueve años, es edificante el respeto que ponen sus paisanos al pronunciar su nombre. D. Antonio Beltrán fue una honra para Huércal Overa”.

      Al instaurarse la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, los médicos del pueblo, encabezados por Francisco Cascales Bernal, consiguieron que el Ayuntamiento recién formado pagara “la deuda sagrada que todos tenemos pendientes con el que fue médico titular de esta villa [...] con el hombre bueno, honrado, caballeroso, con el médico que de su profesión había hecho un verdadero sacerdocio”, rotulando la calle donde vivió, llamada De Jesús, con su nombre.