Su padre, Ibn Saraf de Qayrawân (1000-1067), fue un renombrado hombre de letras de Qayrawin (Túnez), ciudad que abandonó al quedar destruida por las tribus árabes enviadas por los Fatimíes de Egipto. La familia emigró a al-Andalus y se estableció en Berja, donde nació Ibn Saraf, que fue uno de los poetas del rey al- Mu’tasim en Almería, con el que entró en contacto tras una disputa con un recaudador de tributos, mediante un verso afortunado que provocó la admiración del monarca. Notable poeta y prosista, siguió los pasos de su padre, que también fue poeta, y recopiló textos diversos. El virgitano se hizo famoso por sus pensamientos y sentencias, que dejó desperdigadas en unas máximas morales recopiladas por García Gómez. Sus biógrafos recogen muchas de ellas. Dijo, por ejemplo: «No es digno de lástima el que pide y no recibe, sino aquél a quien se le da y no lo toma».