Flamenco y pintura, por este orden, fueron las grandes aficiones de Constantino Díaz Benete. Fundador de la peña El Morato en la capital y partícipe en la de El Yunque, de Pechina (con Pepe Asensio y Pepe Eladio) y El Arriero, de Viator, con Juan Álvarez; amén de socio y vice-presidente de El Taranto. En un viaje a Buenos Aires entró en contacto con la colonia española y creó una asociación en la que colaboró la bonaerense Radio Belgrano, emitiendo programas de divulgación flamenca: entrevistas, grabaciones de recitales, novedades discográficas, etc.
Nació el 5 de abril de 1924 y desde niño se interesó por el arte andaluz. Contaba que en las matinales domingueras acompañaba a su padre, guarda en el muelle, al kiosco el Miramar, en el Parque, donde en una radiogramola escuchaban discos de pizarra de los más afamados de la época. Creció interesándose igualmente por la zarzuela y la copla, aunque por pudor nunca las interpretó en público. Sí se atrevió con el flamenco -sin pretensiones profesionales, de manera altruista- con conferencias y recitales en colegios, asociaciones de vecinos, prisión provincial, etc., generalmente formando parte del grupo del Morato y al lado de su fiel guitarrista Antonio García “Niño de las Cuevas”, al que bautizó artísticamente. Y por saetas. Constantino y El Morato institucionalizaron el concurso cuando la Semana Santa almeriense atravesaba un periodo de crisis y que hoy, devenido en certamen no competitivo, mantiene su vigor y pujanza. En él se dieron a conocer, entre otras excelentes intérpretes, Antonia López, Rocío Segura, Montserrat y Mª José Pérez, María Canet o Ana Mar García.
Colaboró en la prensa local y mantuvo un programa semanal en Radio Cadena Española. Fue al final de los años setenta cuando sus disensiones con la directiva de El Taranto acabaron en traumática ruptura. Con un grupo de socios escindidos, en abril de 1981 puso en pie su más preciada obra: El Morato; con reuniones previas en la bodega de los Callejones, de Rafael Díaz, y definitivamente en la cueva del Quemadero, propiedad de la familia Pozo. Trabajó en favor de un flamenco más participativo, más “democrático”. Precisamente en esta sede social se despidió el duelo tras su fallecimiento el 11 de febrero de 2013, con una misa cantada en su honor en las voces de Antonia López, Rocío Segura, la guitarra del Niño de las Cuevas y el violín de Ana Mar García; en presencia de su viuda, Pilar Abad, e hijos: Pilar, Isabel y Constantino. Su última voluntad, la creación de un Centro de Documentación del Flamenco, al que donó sus fondos, sigue su curso.