Perdedor republicano, sufrió cárcel y debió emigrar a Argentina. Su quehacer artístico se desarrolló en los años veinte y primeros treinta de la pasada centuria. En Madrid debutó en 1928 en el Monumental Cinema, regresando en 1936 para concursar y obtener el primer premio de tarantas en el Certamen Nacional de Cante Flamenco celebrado en el circo Price madrileño, “emprendiendo seguidamente una gira por toda España, en unión de los demás ganadores, interrumpida por la Guerra Civil… “. La cita pertenece al historiador José Blas Vega y la plaza de toros de Jaén su estación término.
Diego Ramírez Rodríguez “Niño de Almería”, nació el 6 de octubre de 1913 en la calle Sereno, al pie de la Alcazaba; humilde cuna de un jornalero que no le permitió perseverar en la escuela pública. No sabía de lecturas, pero sí del trabajo duro desde niño: recadero, peón de albañil (su posterior oficio) o guardando barriles de uva en el muelle... Aunque pronto el flamenco lo retiró del hambre gracias a su voz prodigiosa y afinado oído; además de una providencial habilidad para desenvolverse en un medio social hostil. Comenzó a cantar en bodegas, ventas (Eritaña, Puente de Hierro, Casa Cuco, Berrinche, Martínez) y reuniones privadas, donde ejercía de director-artista y en las que se hacía acompañar por Miguel el Tomate. En el citado Concurso Nacional convocado por el Price en 1936 tuvo que competir con cantaores tan cualificados como Pericón de Cádiz, Enrique Orozco, El Chozas, Pepe el Culata, Niño de Barbate o la revelación, Chiquito de Triana (igualmente emigrado a Argentina), alzándose con el primer premio del grupo de “Cantes por Tarantas”. Ya como profesional lo contrató el empresario Montserrat, recorriendo con su espectáculo buena parte de Andalucía. La guerra le sorprendió en julio actuando en Jaén.
De vuelta a casa, Diego Ramírez se afilió a UGT. En el bienio 1936/37 participó en el teatro Cervantes a beneficio de las Milicias Populares antes de ser movilizado y embarcando a Valencia, donde permaneció hasta el final del conflicto. Preso en la cárcel madrileña de Las Salesas, lo trasladaron a Almería, donde el 1 de junio de 1939 fue procesado por auxilio a la rebelión y condenado a 15 años de cárcel (rebajados a 6), a cumplir en El Ingenio. Con el estigma de desafecto al régimen y ex-preso político, recuperó la libertad y regresó a la albañilería, viviendo ahora en el Barrio Alto con su esposa, la bailaora aficionada Rosa Martínez “La Churruna”. Alternó trabajo eventual con el flamenco, dando cuenta de su valía artística el deseo de Manolo Caracol, Canalejas o Pepe Marchena, cuando sus visitas a Almería, de enrolarlo en sus compañías. Rechazó las ofertas y embarcó en diciembre de 1950 por el puerto de Cádiz rumbo a Argentina, tierra de promisión en la que echó raíces y educó a su hija Rosa, traumatóloga en Buenos Aires, y a Diego, mecánico metalúrgico. El Niño de Almería, as de la taranta, ya no volvió a actuar más en público, solo en reuniones con amigos en San Rafael de Mendoza, su ciudad de residencia. No grabó discografía. El emigrante forzoso dejó de existir en San Rafael el 15 de febrero de 1973 víctima de un cáncer de pulmón, llevándose a la tumba su bien timbrada voz, conocimientos taranteros y los sueños de un hombre a quien la guerra le impidió alcanzar la gloria flamenca. Uno más.