Emilia FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ


FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Emilia (Tíjola, 1914 - Almería, 1936). Gitana canastera, beata.


Siguiendo la estela del también gitano oscense El Pele, Emilia Fernández Rodríguez falleció en “olor de santidad”. La joven vino al mundo el 14 de abril de 1914 en la calle Bodeguicas del barrio de Las Cuevas, en la salida del camino a Bacares de la localidad de Tíjola. Cuarta hija del matrimonio entre Juan José y Pilar fue bautizada en la parroquia de Santa María, aunque no inscrita en el Registro Civil. El padre ejercía de marchante de caballerías, al tiempo que la familia se buscaba la vida con la cestería de mimbre que vendían en el mercado tijoleño de los sábados o en localidades del Almanzora. La niña asistió a la escuela muy esporádicamente, así se deduce el que a edad adulta no supiera leer y escribir o “desconociera las oraciones elementales”.

Buena moza, alta, delgada, morena y atractiva, matrimonió a los 23 años por el rito gitano con Juan Cortés, quien previo a la Guerra Civil desertó del obligado servicio militar. Cuando intentaron incorporarlo al frente -ya casado y esperando un hijo- la pareja recurrió a una treta peligrosa: Emilia le aplicó en los ojos varias gotas de un producto usado en agricultura para sulfatar, aunque la lesión revertió rápidamente. Ello motivó la detención de ambos y el ser condenados en junio de 1938 a seis y cinco años en las cárceles de El Ingenio y Gachas Colorás. Al quedar viudo, Juan se casó en segundas nupcias con Isabel, hermana menor de la protagonista.

Emilia padeció todo tipo de penalidades, agravadas por el embarazo con el que ingresó en prisión y la nueva situación, extraña a la cultura calé y a sus vivencias en libertad. No obstante, tuvo la fortuna de ser bien acogida por sus compañeras de reclusión, especialmente por la falangista Dolores del Olmo Serrano. Entre las detenidas figuraban varias monjas, siendo Pilar Salmerón Martínez la subdirectora del centro penitenciario. Pese a la dureza del día a día, aún les quedaba tiempo para la práctica religiosa a hurtadillas, oraciones y rezo del Rosario. Emilia lo aprendió de Lola, convertida en su catequista. Enterada la gobernanta, pretendió que la tijoleña la delatara a cambio de suavizar las condiciones del encierro. Optó por el silencio y sufrió mayor rigor, aislada en celda solitaria.

Soportando el hambre y los quebrantos físicos que la obligaron a permanecer provisionalmente en el Hospital Provincial, el embarazo llegó a término y el 13 de enero de 1939 dio a luz a una niña, bebé al que las reclusas “bautizaron” con el nombre de Ángeles. Las hemorragias del parto forzaron a un nuevo ingreso hospitalario hasta el día 19 en que le dieron de alta, falleciendo el 25 de dicho mes víctima de una infección puerperal y bronconeumonía. La niña fue depositada por orden del gobernador en un establecimiento benéfico de Diputación, presumiblemente en la Casa-cuna o en la Casa Azul, de Pechina

La causa de beatificación instruida en abril de 1995 por iniciativa de la diócesis almeriense, concluyó el 25 de marzo de 2017 en el marco de una ceremonia, profusamente publicitada, en el palacio de congresos de Aguadulce, presidida por el cardenal Ángelo Amato. Con Elena, la joven canastera de Tíjola, fueron beatificados 95 sacerdotes y 19 laicos más, entre ellos otra mujer: la abderitana Carmen Godoy Calvache.

 




Sevillano Miralles Antonio





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