Quinto de nueve hermanos, el cura Campos vino al mundo en una familia de sencillos labradores. Con 15 años, y en contra de la opinión y deseos de su familia, se marcha a Granada para ingresar en el Seminario de San Cecilio, dónde, tras una entrevista con el rector, se inicia el proceso para su admisión. Durante sus años de seminarista destacó por su valía intelectual. Tras ser ordenado sacerdote (12-X-1904), continuó sus estudios de Derecho Canónico por orden de sus superiores, que lo querían preparar para cargos de responsabilidad a la vez que colaboraba en la secretaría de la Universidad Pontificia y en la secretaría de Cámara del Arzobispado. Pese a recibir el nombramiento de coadjutor de Laroles, sus superiores, sabedores de su valía, no le permiten abandonar Granada y le dan una parroquia cercana a la ciudad, Nigüelas. Contrario a estas labores administrativas, su máxima ilusión y empeño era el de trabajar como pastor y sacerdote. Años después fue nombrado cura ecónomo de Cádiar y, poco después (1911), participa en unas oposiciones a curato, obteniendo la plaza de cura propio de Fondón.

      En 1920 le ofrecen la rectoría del Seminario granadino; a los ocho días pidió volver a su parroquia. En 1921 el obispo de Badajoz, Ramón Pérez, se lo lleva de vicario general y provisor de la diócesis, pero, a mitad del viaje, se vuelve a su parroquia. En 1926 el mismo obispo pacense le propone para obispo, pero el cura Campos se niega. Durante la Guerra Civil estuvo preso en el Ingenio durante 18 meses, siendo liberado, al parecer, por mediación de antiguos feligreses. Finalmente, volvió a su localidad natal, donde permaneció hasta el final de la contienda, que recuperó su parroquia. Tras más de 51 años de párroco de Fondón y 58 de sacerdote, falleció en olor de santidad.