Domingo FERNÁNDEZ MATEOS


FERNÁNDEZ MATEOS, Domingo (Almería, 1901 - Almería, 1968). Fotógrafo.


Durante más de una década, Domingo Fernández Mateos, un almeriense de la calle Alcalde Muñoz, fotografió la ciudad y retrató a los almerienses con la fidelidad de notario, revelando sus clichés en la calle Rueda López. Fue Domingo un tipo audaz, desde que nació al alborear del siglo XX. Su madre, Concha Mateos, era la gobernanta de las cámaras frigoríficas del Mercado Central. Se fue pronto al ejército, en 1923, a Melilla y a Tetuán, en plena guerra de Marruecos, y participó como aviador en el desembarco de Alhucemas, que fue como una especie de venganza patria contra el moro, tras el Desastre de Annual. Allí supo de trincheras y metrallas, pero también aprendió el arte del revelado fotográfico. Y con ese bagaje de conocimiento en el zurrón volvió a su tierra para abrir un laboratorio y casarse con Isabel Ramírez Laínez.

Pasó duros momentos en la Guerra Civil, le surgieron las primeras arrugas en la frente y poco tiempo después de finiquitar los días de plomo, guardó su Leica en una caja de galletas -no se ganaba mucho dinero- vendió la reveladora a Guerry y los líquidos a Apoita y se arrimó al negocio floreciente de los perfumes, en el que su hermano Ángel había dado ya algunos pasos. Abrió su primer centro de esencias en los bajos del domicilio familiar, enfrente tenía a Briséis y cerca, en la calle Murcia, a su propio hermano, dedicado a la misma tarea y en 1942 abrió la primera fábrica de polvos de talco de la provincia, en un viejo caserón de la calle Pedro Jover.

Domingo Fernández fue uno de los primeros fotógrafos de prensa en plantilla en la provincia. En 1935 pertenecía como redactor gráfico a la plantilla de La Voz, diario republicano independiente, y formó parte también de la primera directiva de la Asociación de la Prensa de Almería, ubicada en la avenida de la República, 34.

Sus peores momentos vitales al comenzar la guerra fueron cuando lo llevaron preso por unos días al barco Astoy Mendi, anclado en la dársena de la ciudad. Salió pronto, pero supo mucho de lágrimas, de silencios y de miedos en esos días nefastos. Al concluir la guerra, siguió colaborando con el diario Yugo hasta que ya su otra pasión, los perfumes, las esencias, los ensayos con pétalos de flores y sobre todo su exitoso talco, lo absorbieron por completo durante el resto de su vida.



León González Manuel





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