Juan SALVADOR CASAS


SALVADOR CASAS, Juan (Instinción, 1931 - Almería, 2018). Cafetero.


Una tarde que se encontraba tomando café en un bar le ofrecieron a Juan Salvador Casas dos bombos de segunda mano para tostar malta. Ni corto ni perezoso se rascó el bolsillo y pagó por ellos 10.000 pesetas de las del año 1950 a Fernández Alemán, almacenista de ultramarinos y coloniales, al que no le gustaba el olor a cebada quemada.

Hacía tiempo que le rondaba por la cabeza a Juan Salvador Casas, natural de Instinción, la idea de montar un negocio propio. Una empresa donde trabajar para sí mismo y su propio beneficio y no para un amo, sea cual fuera. Esa tarde, tomando algo parecido a una taza de malta, cambió su vida y se convirtió a la vuelta de los años en el primer productor cafetero almeriense. Café Salvador produce 600.000 kilos de café para toda la provincia, Granada, Málaga, Murcia y Alicante.

Juan Salvador, hijo de parraleros, pasó su infancia entre barriles de uva de embarque, que confeccionaban sus progenitores. A él no le dio por seguir la tradición familiar y con diez años se fue a estudiar el bachiller a Granada y después al seminario impulsado por una vocación que no cuajó en su raza de emprendedor.

A partir de entonces, este joven inquieto, marcha a la capital de la provincia a trabajar de gerente con Vicente Carrión, un empresario valenciano innovador en la técnica del enarenado de invernaderos en rambla Morales, cortijo Grande y el Parador.
Además del trabajo de la oficina, sacó tiempo para empezar a trajinar con las máquinas de malta, aunque cambió la licencia para producir café natural y torrefacto. Corría el año 1960 y Almería empezaba por fin a pitar como una cafetera tras la dura posguerra, con las remesas de los emigrantes y con los primeros turistas.

Apañó el fundador de Café Salvador un solar en la calle Leandro Fernández de Moratín, junto al polígono de la celulosa. Allí levantó el tostadero y encima, la propia vivienda. Por la mañana se iba al trabajo de la oficina y en los ratos libres tostaba el café. Al principio, el abastecimiento estaba regulado y se suministraban 20 sacos, según el cupo asignado, cuatro de ellos eran de Guinea por obligación, como territorio colonial que era. El resto se importaba de Colombia y Brasil y había que mandar el dinero por adelantado. Rememora el empresario que transcurrían diez días hasta que la mercancía llegaba a Cádiz, Alicante o Valencia, de donde había que traérselo en portes.

En esa época, recuerda Salvador, estaba prohibido vender el café molido, para que no se mezclase con café de cebada. Con ayuda de su mujer lo hacían todo, desde tostar el café, empaquetarlo con ayuda de la imprenta Úbeda y venderlo. Al principio, las tiendas eran sus principales clientes, como las de Paco Cortés, Juan Viciana, en la calle las Tiendas y la de Gervasio. Donde más vendía y donde mejor pagaban era en Pescadería, a los pescadores siempre les ha gustado ir bien provisionados. Salvador tenía como competidores a Antonio Fernández Caparrós, con el Café Faro, en la calle Santísima Trinidad y el tostadero de malta de Juan Romera.
       
La marca de Café Salvador, enteramente conocida en Almería, es la cara de Juan, que en ese momento era el menor de sus hijos. Desde entonces, su padre no la ha cambiado y asegura que es un emblema de la compañía que le da valor añadido. En su fábrica instalada en Huércal de Almería se puede contemplar cómo el proceso del tueste de la semilla de café, desde su llegada en sacos a los silos hasta su empaquetado, se realiza a través de programas informáticos. No hay ya manipulación humana, su hijo desde Madrid, apretando botones, puede tostar el café de la fábrica. La compañía ha ampliado su red de distribución con presencia incluso en la zona leonesa de El Bierzo.



León González Manuel





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