Salvador RUIZ CARRILLO


RUIZ CARRILLO, Salvador (Carboneras, 1915 - Carboneras, 2009). Cantaor flamenco.


Salvador Ruiz Carrillo “el Pascua” fue uno de los viejos cantaores no profesionales de la provincia de Almería. Salvador nació en Carboneras en 1915, hijo de un espartero y de una redera de barcas. Su vida osciló entre la mar, la tierra y las minas. Su afición por el flamenco se inició, según recuerda su hija María Ruiz, cuando de niño escuchaba a Pepe Pinto, Chacón y la Niña de los Peines. A muy corta edad empezó a cantar por la provincia de Granada, donde conoció al Niño de la Muela, a la Niña de la Puebla, según narra el estudioso del flamenco José Gelardo Navarro. Salvador nunca cantó por dinero, solo entre amigos, en fiesta y bailes. En la Venta Eritaña conoció a Marchena, quien, al escucharlo, le dijo que fuera a verlo a su casa al terminar el Servicio Militar. Le pilló la Guerra Civil y trabajó en diversos oficios, desde albañil a marinero en la almadraba de melvas del Puerto de Santa María y hasta tuvo que hacer labores de sepulturero en Carboneras.
 
Muchos de sus vecinos lo recuerdan, aún, cantando saetas durante la Semana Santa carbonera y despertando por la mañana al vecindario con sus cantes por fandangos, como un gallo puntual, como un reloj.

El Pascua era un cantaor semidesconocido en los grandes circuitos del flamenco, nunca se dedicó profesional a desarrollar un don que le concedió la naturaleza, pero cuentan que era uno de los cantaores más completos de la comarca y no se arrugaba ante ningún palo fueran soleares, granaínas, malagueñas, fandangos o tarantas.

También se aficionó a escuchar a Vallejo, Guerrita, Canalejas, Caracol y tantos otros. Dejó el Pascua muchos descendientes y sobre todo muchos admiradores de su arte, agrupados en torno a la peña flamenca que lleva su nombre. Era el Pascua, un viejo maestro de la palabra aireada a los cuatro vientos, los juglares de las pequeñas historias orales de la tierra, los herederos de los antiguos mineros que cantaban a golpe de martillo en las profundidades de la Sierra y que emergían a la superficie saliendo de su mortaja al oír el silbido de la palabra ¡cadena! Él se dedicó desde bien pequeño a improvisar coplas mientras veía a los barcos palangreros llegar a su pueblo en lontananza.



León González Manuel





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