Carmen ÚBEDA GÓMEZ


ÚBEDA GÓMEZ, Carmen (Almería, 1905 - , Sin datos). Cupletista.


Carmen Úbeda, una muchacha almeriense dotada para la música, fue raptada y formó parte de una cuerda de más de 300 presos que dio con sus huesos en la prisión de Axdir, junto a la playa de Alhucemas, en 1920. Durante 18 meses sufrió cautiverio esta almeriense olvidada, violada y ultrajada por sus carceleros todas las veces que quisieron, alimentándose de roedores y acordándose de sus días felices de la niñez en la calle Real del Barrio Alto, donde nació el 2 de mayo de 1905.

Su historia es la de tantas familias almerienses que tuvieron que emigrar a principios del siglo XX buscando un futuro mejor. Su padre se llamaba Miguel Úbeda Torres y era vigilante de arbitrios en una vieja caseta de la carrera de Montserrat. Su madre, Francisca Gómez Orta, era una hábil costurera, y regentaba un taller donde se le acumulaban los encargos. Carmen le ayudaba con animosidad en la confección de ajuares de novia, mantoncillos de talle, pañuelos y mantelerías, mientras embobaba a sus vecinos cantando coplas con una voz, decían, de ruiseñor.

A pesar de que salían adelante, con apreturas, eso sí, el padre sabía de los prósperos negocios que habían emprendido unos familiares en Melilla y con cierta gana de seguir sus pasos, se trasladaron a la otra orilla. Además de un estanco en Zeluán, el cabeza de familia se empleó en la relojería Alemana de Melilla como dependiente y su hija Carmen, ya con novio militar, como mecanógrafa, quien tenía tres hermanos más nacidos en Almería y otros tres que nacieron en su nuevo destino.

La madre abrió un nuevo taller y volvió a cosechar nombradía entre las familias melillense por los buenos acabados de sus bordados.  

Toda esa apacible vida de los Úbeda almerienses en el África colonial, todo ese cañamazo de prosperidad soñada que iban alcanzando con tesón, se vino abajo de golpe ese día de julio de 1920. El padecimiento de Carmencita, esos días, como paradigma de esos presos españoles en África, dio la vuelta a España, como si fuera un folletín de Galdós, pero real, no de ficción.

Cada día era como un año en esa mazmorra, comiendo tortas de cebada y durmiendo en un estrecho jergón. Periodistas como Teresa Escoriaza y su paisana Colombine se interesaron por su padecer y desde la opinión pública de la época se iba presionando al Gobierno y a Alfonso XIII para que consiguieran la liberación de los presos. Llegó tras año y medio de cautiverio gracias a la mediación del empresario bilbaíno Horacio Echevarrieta, bien relacionado con las kábilas rifeñas por sus negocios mineros y navieros en la región. Abd-El-Krim, después de tortuosas negociaciones, accedió a liberar a la almeriense y al resto de presos a cambio de cuatro millones de pesetas pagadas en duros de plata. Llegó Carmen a Melilla, junto a sus compañeros de cautiverio, retratada por el afamado Alfonso, a bordo del barco Antonio López, un 30 de enero de 1921.


En lo que se convirtió Carmen, unos años después, fue en una célebre cupletista, tras actuar en una gala benéfica de la Cruz Roja de Melilla. En Barcelona cosechó éxitos en El Paralelo como tonadillera cañí, con canciones como La Canastera, Banderita roja y gualda o Claveles de España, con un tono de voz similar al de Raquel Meyer, decían las crónicas. En Almería debutó en agosto de 1925 en el teatro Cervantes ante cientos de paisanos que la aclamaron. En 1928, se casó con Tomás Rodríguez, un profesor de piano, y se retiró de los escenarios, terminando sus días en la Ciudad Condal.



León González Manuel





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