Josefina Samper Rojas nació en Fondón en el calor de una familia minera que tuvo que emigrar a Argelia. Su vida es ejemplo de compromiso social y de lucha política y sindical. A los 12 años comenzó su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas, a los 14 se afilió al PCE y en plena Dictadura impulsó la creación del Movimiento Democrático de Mujeres, germen del actual movimiento feminista. Junto a su marido, Marcelino Camacho, participó en la fundación de Comisiones Obreras. Imprescindible para entender Andalucía y la lucha por los derechos de la mujer y de la clase trabajadora, constituye un ejemplo de solidaridad y responsabilidad para generaciones posteriores.
“Es manifiesto, por tanto, que en Doña Josefina Samper concurren méritos suficientes para hacerse acreedora a la referida distinción… Dispongo se le conceda la Medalla de Andalucía, con todos los honores… “. Así reza el Decreto 61/2016, de 16 de febrero, firmado por la presidenta de la Junta de Andalucía y publicado en el BOJA.
Hija primogénita de Piedad Rojas (jornalera del campo) y del minero Sebastián Samper, la ilustre fondonera nació el 8 de mayo de 1927. Cuando contaba cuatro años, los padres se vieron obligados a la emigración -como tantos miles de familias almerienses-, en su caso a Orán. Allí la madre trabajó de lavandera, mientras que Josefina cosía pantalones y cuidaba de su hermana pequeña. En ese marco de penurias económicas conoció a los hermanos Santiago y Roberto Carrillo, quien con 12 años le posibilitó el ingreso en las Juventudes Unificadas Socialistas y dos cursos después en el PCE, donde con otras mujeres ayudó a emigrantes y refugiados españoles. En 1944 conoció en la capital argelina al obrero soriano Marcelino Camacho, huido de un campo de concentración en Tánger, y el 22 de diciembre 1948 formalizaron la boda en la alcaldía oranesa. Matrimonio del que nacieron sus hijos Yenia y Marcel.
De regreso a España después de un primer indulto a Marcelino en 1957, siguió militando en el Partido Comunista. Pero la fondonera no se limitó al papel de esposa, que tricotaba los jerséis de punto que protegían al marido del frío madrileño en sus sucesivos ingresos en la cárcel de Carabanchel, y de ser soporte emocional de quien se convertiría en mítico secretario general de Comisiones Obreras, en cuya fundación ella coadyuvó. Con otras camaradas de CCOO crearon en 1965 el Movimiento Democrático de Mujeres, “cuya función principal se centró en ayudar a mejorar las condiciones de vida de los presos políticos”; además de distribuir la revista España Popular en lo más álgido de la Dictadura franquista.
En esos años habitaron una modesta vivienda en Carabanchel, hasta que después de un nuevo indulto, este, del rey Juan Carlos a los condenados en el Proceso 1001, se trasladaron a un piso digno en Majadahonda. Después de la muerte de Marcelino Camacho el 29 de octubre de 2010, la octogenaria paisana continuó -ya en una democracia consolidada- su lucha sindical y política sin renunciar a la militancia en Comisiones y el PC. Todo “un ejemplo de honradez, dignidad y de lucha por los intereses de la clase trabajadora”, manifestaba el sindicato de clase tras el fallecimiento en Madrid el 13 de febrero de 2018, a los 90 años.
Bibliografía:
El País, 13 de febrero de 2018.