Pepe, como le gustaba que lo llamasen sus amigos, fue el segundo de los cuatro hijos del matrimonio formado por Antonio y Carmen. Aunque nacido en tierras granadinas, debido a estar su padre destinado en La Calahorra, siempre se sintió almeriense y tuvo a Cuevas como su pueblo de referencia. Después de cursar el Bachillerato Elemental ingresó en el Seminario de Almería donde estudió Humanidades Filosofía y Teología, estudios que fueron los cimientos de su sólida formación. Siempre tuvo palabras de agradecimiento para sus profesores, muy especialmente Isidoro Requena y José Domínguez cuyo magisterio le marcaría de manera especial. Su reconocimiento fue permanente hasta el punto de promover y liderar iniciativas de apoyo económico y de acogida a uno y otro hasta su fallecimiento.

Sirvió con total entrega, entre otras, a las iglesias de Vélez Blanco y Vera, teniendo que sufrir mucho en la primera ya que su defensa por los más débiles no era respaldada por las conservadoras autoridades civiles y religiosas del momento; en Vera tuvo como compañero al padre Ángel Haro Garrido, que entendió bien pronto el carácter inquieto de Pepe y lo apoyó siempre para que pudiera llevar a cabo su ministerio de acuerdo con sus nuevos planteamientos. Su casa estaba abierta las 24 horas del día para quienes necesitaban su ayuda, su apoyo o su consejo. Aun se le recuerda por su labor social entre la población gitana, en el empeño en construir viviendas para los más desfavorecidos e incluso trabajando en un taller mecánico como un obrero más.

Cuando decidió tomar otro rumbo en su vida, contrajo matrimonio con Julia con quien tuvo a sus dos hijos, Antonio José y Julia, que le dieron a sus dos nietos, Carlota y Julio. A todos ellos dedicaba su tiempo y su cariño dejándoles una rica herencia de los valores que él siempre tuvo y defendió. Cursó Filosofía y Letras y durante algunos años fue profesor en tierras jiennenses, para recalar de nuevo en Almería, donde obtuvo plaza como profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad. Especialista en Modernismo, realizó una brillante tesis doctoral sobre la obra del escritor almeriense Agustín Gómez Arcos, casi desconocido hasta entonces por ser un escritor poco afecto para el régimen del momento.

Puso un interés especial en la obra de Francisco Villaespesa, reeditando sus publicaciones y dando a conocer su obra y su persona a través de múltiples intervenciones tanto en congresos nacionales e internacionales como también en artículos en la prensa local. “El mayor amigo de Villaespesa” le llamó Antonio Torres. Los herederos del poeta, en reconocimiento a su labor, le donaron su fondo bibliográfico e incluso su despacho personal, que él generosamente dejó a la Universidad. El despacho recientemente ha sido cedido de manera provisional al Ayuntamiento de Laujar, pueblo natal de Villaespesa, para recrear dicha estancia en la Casa-Museo que lleva su nombre.

Miembro del Instituto de Estudios Almerienses desde hace varios lustros, colaboró en muchas de sus numerosas actividades, formando parte del Equipo Editorial que impulsó este Diccionario Biográfico desde sus inicios. En los últimos años se dedicó a rescatar obras de autores almerienses más o menos en el olvido o desconocidos para el gran público como el citado Gómez Arcos, Antonio Cano Cervantes, el poeta ciego de Garrucha, Manuel Soler, Antonio Ledesma, Julio Nombela y José Jesús García, entre otros.

Pepe fue también un asiduo tertuliano y asistía periódicamente a varias reuniones de amigos y profesores. Gran conversador, siempre afable, nunca se le oyó un insulto ni ofensa alguna hacia sus contertulios. Procuraba estar bien informado y sus juicios eran siempre moderados, procurando no ridiculizar a nadie. Fue por todo ello siempre muy respetado e incluso querido. Desgraciadamente, la muerte le sorprendió muy pronto cuando tenía aún muchos proyectos en marcha.