 | El viajero que, desde tierras de Granada o de Murcia, se acerca a Almería agobiado de tierras calcinadas, de desiertos inhóspitos y paisajes lunares no puede evitar la sorpresa cuando vislumbra la verde alfombra de la vega, ese oasis que antaño se denominó valle de Pechina.
"Palmeral"
Ciertamente que aquel paisaje de "huertas frondosas y verdes campos, en los que crecen la palmera, el olivo, el almendro, la higuera, haciéndonos la ilusión de caminar por el paraíso", que describiera el alemán Münzer en 1494, es hoy más monótono.
Aquí, ahora, reina el naranjo y se percibe un cierto abandono que, aunque debido a avatares económicos y climáticos, deja en el paisaje una pátina de decadencia y provoca en el viajero la nostalgia de esplendores pasados. |  |
"Vista aérea"
En el centro de este valle, al pie de sierra Alhamilla, que le protege de los vientos del Norte, abrazada por el río Andarax, que por aquí inicia su despedida antes de sumirse en el Mediterráneo, está Pechina.
Extendida sobre unos 46,4 km2 y con 2.422 habitantes, aproximadamente, Pechina es hoy un pequeño pueblo, de casas claras y bajas, sobre las que destaca la esbelta iglesia que, desde la lejanía, parece flotar en el mar verde de los naranjales. No siempre fue así. Estas tierras fueron una de las puertas por donde entraron a la Península, desde Oriente. |  |