Protegida por la gran muralla de Sierra Nevada, se extiende una impresionante llanura multicolor, que comenzamos a divisar poco después de superar el Puerto de la Ragua, en dirección norte. Como si de un embrujo se tratase, el viajero no podrá apartar la vista del horizonte, seducido por el magnífico paisaje que se despliega ante sus ojos: una grandiosa planicie que contrasta increíblemente con la sierra quebrada por la que baja, teñida de los rojos intensos de su tierra arcillosa, que se mezclan con los verdes de los campos, el blanco de los pueblos y toda la gama del azul al púrpura del cielo, por encima del cual parece que estuviéramos.
Alcanzado el final del descenso del Puerto, entramos en los que fueron dominios del Marqués de Zenete, a quien debe el nombre la comarca, comenzando el recorrido por Ferreira, para lo que deberemos desviarnos provisionalmente de la vía que, más tarde, retomaremos. Tierra de abundantes yacimientos de hierro, de los que toma su nombre, ha sido desde muy antiguo sitio de paso de viajeros, pasado del que guarda tres grandes posadas. Podremos visitar los vestigios de su necrópolis Argárica, para avanzar en la historia hasta la época morisca, recorriendo edificios como una antigua casa y la que fuera antes que Iglesia, Mezquita, con su encanto mudéjar, o los baños árabes. Abandonamos Ferreira, no sin antes disfrutar de su magnífico entorno natural, para dirigirnos a Dólar, el pueblo más alto de la comarca que muestra las torres de sus dos iglesias y las minas de su castillo árabe. Continuamos camino hacia Huéneja, asentamiento humano desde tiempos prehistóricos, durante mucho tiempo ha sido cruce de caminos entre Almería y Granada, lo que le otorgó una posición privilegiada durante la época musulmana, siendo una de las villas que más vestigios mozárabes guardaba hasta la reconquista. Hoy podemos visitar sus baños árabes y su Iglesia Parroquial, antigua mezquita, y su Ermita.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar a La Calahorra. Nuestra primera mirada se dirigirá, inevitablemente, al grandioso castillo renacentista que el Marqués de Zenete construyó como Palacio y fortaleza, bajo cuya protección se extiende un pueblo blanco y ocre que debemos recorrer, parándonos en su Iglesia Parroquial, y, disfrutando de su encanto y su buena comida. Desde aquí, nos desviaremos hacia Aldeire, hermoso pueblo escalonado a lo largo de la loma, su origen se remonta a la época argárica. Los restos del castillo de la Caba, de sus baños moriscos o de los molinos que aún se conservan dan paso a calles estrechas que conducen al río y la zona de recreo, muy agradables para el paseo o una comida campera.
El viaje continua hacia Alquife, en el que sus yacimientos de hierro a cielo abierto han configurado un espectacular entorno, cuya singular y sobrecogedora belleza no nos dejará indiferentes. De aquí, partimos hacia Lanteira, la que fuera, desde tiempos de los romanos hasta hace apenas 100 años, importante yacimiento de plata. Descubriremos huellas de su pasado árabe en su aljibe, recuerdo de sus dos castillos. En su Iglesia, podremos disfrutar de una joya artística: el retablo del altar mayor, policromado en oro, de su Iglesia de artesonado mudéjar. Abandonamos este pueblo para entrar, entre castaños y frutos de invierno, a Jérez del Marquesado, uno de los pueblos más pintorescos de la zona. Por sus sinuosas calles y pequeñas plazas escalonadas se percibe el origen árabe. Las tres torres, recuerdo de su castillo y la portada morisca de su iglesia muestran su historia.
Nuestro viaje continúa hacia Cogollos, con su hermosa torre y magnífico aljibe, verdadero signo identificador de la población, y su particular enclave natural. Finalmente, cerramos nuestro particular recorrido en Albuñán, con sus amplias calles e interesante museo etnológico. Estos dos pueblos no pertenecieron al Señorío histórico de los Mendoza, aunque, hoy en día, completan geográficamente la Comarca del Marquesado del Zenete.