Curiosamente el ritual músico-devocional que mayor antigüedad documental tiene, de entre los abundantes y de mucha calidad que en Chirivel hemos logrado que resistan al paso de los tiempos, es el de las Coplas de las Misas de Gozo. En los albores del siglo XVI, el primer arzobispo del entonces recién reconquistado Reino de Granada, Fray Hermano de Talavera, imbuido de las medidas de reconciliación de las que tanto se habló en aquella España oscura, invitaba a las “zambras” ( que es el nombre antiguo de los grupos musicales, el de las cuadrillas) a que tocaran sus músicas y cantaran sus coplas en el “coro de los clérigos”. Y aunque,como decía algún Memorial de la época, “ la zambra y estrumentos de ella no es cosa en que se ofenda a la santa fe católica, ni retos (ritos) tocante a la secta de moros, pues no son sino costumbres de reinos y provincias·”, esa costumbre duró poco, la verdad, y tuvo desde el principio enconados detractores entre la intransigencia cristiana vieja. Decían , los temerosos vigilantes de la limpieza de sangre, que no se entendían las letras de esas coplas y que adrede las enmarañaban para meter en ellas sus alabanzas inconfesables a Alá o al demonio. Desapareció esa costumbre, sí, pero su semilla quedó de manera inexplicable engarzada en la exhuberancia musical de un pueblo que casi todo lo dice cantando, quizá porque los naturales de ese pueblo sí creían, al contrario de los rancios, en la reconciliación verdadera. Las letras siguieron sin entenderse, pero no ocultaban ningún sortilegio inconfesable... tampoco es que fuera fácil explicar en “lengua romance” lo que el cura dicen en latín y sus extraños trajines en el complicado ritual de la misa. Porque esa es la justificación que se ha encontrado a la celebración de las Misas de Gozo y a sus Coplas: explicar en “cristiano” lo que el cura mascullaba en latinajos.