HISTORIA DE OLULA DE CASTRO







Historia









Los orígenes de las gentes de Olula se sitúan, de igual modo que todos los pueblos de la Sierra, en la época prehistórica, de la que quedan algunos grabados en la roca del Huerto del Moro o de los Rodeos y en la que llegaron a estas zonas hombres procedentes del Norte de Africa que convivieron con los que seguían habitando cuevas en nuestra tierra.
De la misma manera que en la Prehistoria llegaron hombres procedentes de Africa, en los últimos años del siglo VII o primeros del VIII los beréberes muy romanizados y cristianos, llamados yarawás, al mando de la reina La Kahima se establecieron en nuestra Sierra de Filabres y en ella convivieron a lo largo de varios siglos dándoles su impronta a las poblaciones de los pueblos filabreños.

Tanto Castro como
Olula de Castro son topónimos latinos que bien pudieron estar relacionados con los campamentos de la reina africana. Por ello los vecinos de la Sierra de Filabres, durante la Alta Edad Media, eran mozárabes que se vincularon a Alfonso VII el Batallador cuando conquistó Almería y se marcharon con él para repoblar el valle del Ebro recientemente conquistado.
El vacío demográfico originado en los pueblos de la Sierra es cubierto por nuevas tribus beréberes islamizadas que trajeron almorávides y almohades, dando lugar a la construcción de una veintena de aldeas, cuyos nombres llegaron hasta el final del siglo XVI y nos los han conservado los cronistas de los Reyes Católicos y algunos documentos del siglo XVI.
La mayoría de los topónimos de Olula proceden de la época moderna, gracias a los repobladores. Aparecen en el Censo de Ensenada, confeccionado a mediados del siglo XVIII. Entre ellos se recogen los pagos de la Carrera, de las Nogueras, de los Chaparrillos, de los Morales, de la Umbría y del Molinillo.
Tras la conquista de Almería y la zona de los Filabres por los Reyes Católicos, Olula fue cedida al señorío territorial del Duque del Infantado junto a Castro y Uleila del Campo.
Castro pasó más tarde a los herederos de Don Enrique Enríquez, mientras que Olula y Uleila del Campo se mantuvieron bajo el señorío del Duque de Francavilla (ducado del Infantado). Los pagos en tercias que Olula de Castro enviaba al Duque del Infantado en el siglo XVIII eran de 1.850 reales.
Desde el punto de vista eclesiástico, Olula fue un anejo de la parroquia de Castro desde 1505 hasta 1782 en que se procedió a la reforma administrativa de la diócesis de Almería por el obispo Fray Anselmo Rodríguez y se le concedió parroquia propia.

"Rincón tradicional"

A mediados del siglo XVIII la iglesia recogía de Olula de Castro unos 1.255 reales en concepto de diezmos. En Olula hubo una hermandad de Nuestra Señora del Patrocinio, de igual manera que en otros pueblos de los Filabres proliferaron las hermandades. Entre 1505 y 1568 la población de Olula de Castro es totalmente morisca.


"Vista general de Olula de Castro"

Cuando en las Navidades de 1568 se rebelan los moriscos de la Alpujarra, se alzaron también los de Gérgal e intentaron levantar a los moriscos de los Filabres, quienes inicialmente se mantuvieron en paz, pero más tarde participaron en la rebelión. Más de la mitad de los moriscos que vivían en los pueblos de los Filabres murieron en los combates, de hambre o por las enfermedades.
A partir de 1573 se inició una lenta repoblación de los pueblos de los Filabres y Olula es de las zonas que más tarde se pobló. Por los datos que disponemos, a Olula de Castro llegaron diez repobladores, a los que se repartieron tierras para que pudieran vivir.
Tierras por las que pagaban de censo unos 3.164 maravedís. A finales del siglo XVI tan sólo quedaban cinco vecinos, siete casas estaban en buen estado y las haciendas se cultivaban de una manera razonable.
Después de la repoblación, la Sierra de los Filabres entra en un profundo aislamiento, y sus vecinos se afanan en la labor diaria de arrancar a la tierra el pedazo de pan que vinieron buscando en el último tercio del siglo XVI. El fruto de sus trabajos queda recogido 150 años más tarde en el Censo de Ensenada de 1752.
Olula de Castro seguía perteneciendo al señorío del Duque del Infantado a mediados del siglo XVIII y estaba habitado por 228 personas, de las cuales 15 eran labradores propietarios, 29 jornaleros que ingresaban un real al día y 5 eran pobres de solemnidad.
En estas fechas el pueblo había crecido y había 56 casas, dos molinos harineros y una taberna. La iglesia tenia cura propio, que ganaba 556 reales al año y disponía también de un beneficiado. El ducado del Infantado recibía 1.850 reales de las tercias de Olula de Castro.
Los habitantes de Olula se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, poniendo en producción unos 407 celemines de tierra de regadío y cultivando en secano unas 692 fanegas de tierra. Los rebaños de ovejas y de cabras eran numerosos, aprovechándose de los importantes pastos de la sierra.
La población de Olula de Castro fue creciendo hasta alcanzar unos 727 habitantes a principios del siglo XX, y posteriormente descendió a cerca de 500 en el censo de 1940 y a poco más de 300 en 1981. Algunas de sus cortijadas y caseríos han desaparecido, como El Tallón Alto, que en 1950 tenía cuatro casas y 24 habitantes, y del Tallón Bajo sólo quedan algunas casas que están habitadas a temporadas.
El fenómeno de la emigración ha golpeado duramente a este singular pueblo de la Sierra de los Filabres. Sus gentes han tenido que tomar el camino de la emigración a la capital y a otras regiones españolas buscando el pan que a veces la propia tierra les niega. En estos momentos el censo de habitantes ha descendido a cerca de 200 personas, observándose un predominio de gente mayor, pues la gente joven por termino medio está trabajando y viviendo fuera del pueblo.







 
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