Historia

Hasta el siglo IV

Neolítico

Los Alpujarreños cultivaban pequeños huertos, recolectaban miel , se adornaban con collares de conchas y piedras de colores y su calzado eran sandalias de esparto. Este pueblo no poseía armas de guerra. Su forma de organización social era un matriarcado.

Iberia y Tartesos

El núcleo principal del Estado Tartésico se desarrolló en el Bajo Guadalquivir, extendiendo su poder hasta las principales zonas mineras de Linares y Alpujarra, frenando de alguna manera la cultura celta que invadía toda Europa y la mayor parte de la península Ibérica creando una nueva cultura denominada celtibérica.

El origen de Paterna del Río puede situarse en este momento histórico pues en las minas de La Gaviarra se han encontrado hallazgos de espadas iberas, aunque el origen del nombre del pueblo sea latino, Paterno.

 

Cartago

Los cartagineses se introducen en Andalucía arrebatando a los fenicios la ciudad de Gadir (Cádiz) y monopolizando el comercio con Tartesos, cuyo estado es prácticamente aniquilado. En el año 237 a.d.C., Amílcar conquista la totalidad del Sur de la Península Ibérica, explotando minas de hierro y plomo en La Alpujarra.

Roma

En La Alpujarra, el legado romano no es muy extenso. Con toda probabilidad, una buena parte de la infraestructura de regadíos y sendas se cree que fueron construidas en esta época, a iniciativa de los mismos pobladores indígenas alpujarreños.
 

 

El Islam

En una comarca abrupta como La Alpujarra, la introducción de los arabes tardó algunos siglos, siendo su población mozárabe (cristianos en territorio musulmán) muy importante en tiempos del Califato.

En el año 913, el joven califa Abd al-Rahman III tuvo que cruzar Sierra Sulaira (Sierra Nevada) por el Puerto de la Ragua para sofocar a un grupo de rebeldes (musulmanes españoles=muladíes y cristianos afines a Ibn Hafsun) que luchaban por la independencia de la comarca y se hicieron fuertes en el castillo de Juviles.

A partir del siglo XI, La Alpujarra vuelve a tener un cierto protagonismo, debido a la importancia comercial que adquirió el nuevo Puerto de Almería: una buena parte de su territorio se siembra de moreras, compitiendo la seda alpujarreña con las mejores de Oriente. La mezcla cultural dará una identidad propia a La Alpujarra, con una riqueza proverbial única. El momento más fecundo será en los siglos XIV-XV, con una formidable producción de sedas, productos de huerta, vino, frutos secos, esencias aromáticas, ... que salen hacia el interior o al mar, en muchos casos como pago de impuestos de los reyes nazaríes a los castellanos.

El pasado musulmán realmente fue el que marcó definitivamente la personalidad de Paterna del Río: un hábitat de altura protegido por un pequeño castillo. El lugar se organizó en cuatro grandes barrios (Alcudia, Haratalguazil, Haratabenmuza y Haratalbolot) y, aunque independientes, tenían en común su organización, hecho que explica su denominación de «Las Paternas». Contaba el lugar con una mezquita mayor y dos menores, además de la existente en la alquería de Guarros, la Huerros musulmana, población agregada al término en el siglo XVI. De esta dominación arabe en Paterna del Río quedan recuerdos de sus dos mezquitas menores y del castillo.

 

Del siglo XVI al siglo XIX

Con la caída de Granada en 1492 muchos andalusíes huyen a la Alpujarra, erigiéndose en refugio infranqueable y creando grupos de resistencia que cristalizaron bajo el mando de Aben Humeya.

Durante la rebelión de las Alpujarras, en febrero de 1569, tuvo lugar en Guarros la victoria del marqués de Mondéjar sobre 4.000 moriscos sublevados. Tras la derrota, Aben-Humeya huyó a Paterna, y, acorralado por las tropas reales, saltó a la sierra, dejando en el lugar a su mujer, madre y hermanas, que fueron capturadas de inmediato.

Las cruentas batallas tendrán fin en 1570, año en que Felipe II decretó la expulsión de los moriscos que vivían en estas tierras. Se produce entonces una despoblación casi total de esta comarca. Con el objeto de paliar los efectos económicos negativos, se inicia una repoblación y reparto de tierras con gentes del norte de la península (castellanos, gallegos, ...) hacia los siglos XVI-XVII.
Una de las familias más importantes de las que repoblaron Paterna del Río fueron los Rodríguez- Chacón. Pronto extendieron su poder a las cercanas villas alpujarreñas de Fondón, Laujar, y Fuente Victoria, desde donde se ramificaron a las cercanas poblaciones de la costa. Su ascenso social culminó con dos títulos nobiliarios: marqueses de Iniza - en el siglo XVII-, concedido a don Francisco Rodríguez-Chacón y Arévalo, nombrado, también, regidor perpetuo de la villa y coronel de las Guardias Viejas de Castilla de la costa del Reino de Granada. Los marqueses de Iniza poseían prácticamente todas las propiedades de Guarros, cortijada donde elevaron un palacio (hoy sólo quedan sus ruinas y parte de los jardines y fuente) y costearon parte de las reformas de la pequeña iglesia, construida a mediados del siglo XVII. En el siglo XIX, a una rama de la familia asentada en Adra, se le concedió el título de condes de Chacón.

Durante esta epoca se evidencia un gran cambio en todos los aspectos, como el descenso de la industria sedera, cultivos en retroceso, etc., produciéndose el desgaste ecológico y económico de la zona, con cultivos extensivos de cereales de manos de los nuevos colonos, adaptados a otros sistemas de cultivo agrícolas y ganaderos.

A partir del siglo XVIII cada pueblo de la Alpujarra organiza de nuevo la red de bancales, restaurando antiguas acequias y albercas, consumiendo sus propias frutas y hortalizas, levantando molinos de harina, talando la madera, tejiendo, etc. En definitiva, una tendencia al autoabastecimiento y a la economía de subsistencia..
 

A principios del siglo XX se produce de nuevo "la fiebre por los metales" alpujarreños, siendo varias empresas extranjeras y nacionales las que vuelven a plagar de minas la comarca, como por ejemplo en la cuesta de la Gaviarra, aunque este esplendor duró pocos años, ya que para su extracción y proceso se necesitaban grandes cantidades de madera (no hay carbón), talando la práctica totalidad de los montes y una buena parte de Sierra Nevada, causando en unos pocos años más destrozo ecológico que en los tres mil años anteriores de minería. También en estos tiempos se desarrolló con fuerza el cultivo del parral. Hoy en día este cultivo vuelve a florecer, siendo una de las primeras opciones a la hora de recuperar bancales abandonados.