Luis MÉNDEZ CAÑADAS


MÉNDEZ CAÑADAS, Luis (Almería, 1933 - Almería, 1973). Personaje pintoresco.


Derrochó generosidad y sonrisas a partes iguales y aún espera un altar civil y pagano. Manolo y Layka, chuchos listos como el hambre e inseparables de Luis (de ahí el apelativo), divertían gratis al personal: Manolo, pasen coches, carros, carretas o camionetas no te levantarás hasta que yo toque la corneta. El obediente animal, tumbado sobre la acera del Paseo después de ser lidiado y, simulado con una caña, muerto a estoque, no se ponía en pie hasta que su dueño se lo indicaba. Manolo era un perrillo sin pedigrí al que tras morirse de viejo le sucedió una hembra, Layka, en homenaje a la que en un spunitk ruso viajó a la Luna. Después del oportuno terrón de azúcar en premio a sus habilidades y recabar de los espectadores ociosos unas humildes monedas, solía acomodar a ambos en un cajón sobre el portaequipaje de la bicicleta, en el que escribió con grueso trazo un patriótico eslogan: “Almería, superior Costa del Sol”. Pero tenía culillo de mal asiento y su campo de operaciones no se limitó a la capital, haciendo a Barcelona destino preferente. Dada la frecuencia de estos viajes, Luis recitaba de memoria, sin error posible, todos y cada uno de los pueblos que atravesaba la antigua carretera N-340 o el nombre de las estaciones de ferrocarril hasta la ciudad Condal, con trasbordo en Alcázar de San Juan y 24 horas de trayecto.  

Luis Méndez Cañadas, puesto que de él se trata, vino al mundo el 5 de marzo de 1933 en el paraje de la Huerta de Azcona, cuando la calle Poeta Paco Aquino estaba muy lejos de ser urbanizada. Creció enseñando a embestir a cabras lecheras en el solar donde en la posguerra el Dr. Domingo Artés abrió sanatorio quirúrgico, con fachada a la Rambla. No llegó a figurar en el escalafón taurino (aunque protagonizó sonados paseíllos cómicos junto a El Paella y Nostalgias), pero sí supo hacerse un hueco en el santoral laico y, lo más importante, en el corazón de los almerienses de su época que aún hoy lo evocan con una sonrisa.

Le tocó vivir dos vidas diferentes: mientras existió su madre (con ella habitaba una casita en la Cuesta del Rastro, que algunos llaman calle Almanzor) y cuando ésta le faltó. Al principio limpio y afeitado, digno y presentable. Después un adán, gordo y fofo que solía refugiarse por las noches junto a la gasolinera de las Lomas y en portales del Paseo Marítimo. Lo de santo laico no es gratuito. Juzguen los valores que atesoraba, su amor al prójimo. Muy de mañana Luis acudía a la subasta en la lonja de Pescadería y como ya sabían de sus destinatarios, de aquí y de allá llenaba el copo de jureles, sardinas, morrallica o jibia ¿Destino?: el asilo, para que los indigentes acogidos en el hospital pudieran comer de vez en cuando pescado fresco. La operación la repetía ahora en estancos y particulares, pidiendo cigarrillos y paquetes de baratos Celtas, Ideales o Peninsulares, gracias a los que, quienes estaban internados en la cárcel y o el manicomio tenían nicotina asegurada cada martes y jueves. Cansado, huérfano y harto de vagar dando tumbos, ingresó en el hospital donde cumplidos los cincuenta falleció el 1 de febrero de 1973 de insuficiencia respiratoria aguda. Eso diagnosticaron, pero realmente fue de tristeza. Desengañado de una sociedad que solo vio en él al hombre desaseado y trasgresor de normas pacatas. La tierra del camposanto de San José le sirvió de sudario al particular Francisco de Asís almeriense, civil y laico.




Sevillano Miralles Antonio





Política de Privacidad | Aviso Legal | Versión: 2.2.1 | 12/02/2024