El concepto renacentista de ‘fama’ podía alcanzarse por dos caminos: por la relevancia social de la persona o por su sencillez, entrega y honradez personal y profesional. Este fue el caso de Pepe Bretones. Persona comunicativa, desinteresada, desprendida, fue, tal vez, el último romántico de la imprenta almeriense. En la imprenta de Pepe Bretones, en plaza Bendicho, aprendieron el oficio decenas de jóvenes a lo largo de 30 años. Su generosidad sin límites con poetas y narradores locales permitió a varios de ellos editar sus libros e ir pagándolos 'conforme se vayan vendiendo’. Más de un centenar de libros publicó en su imprenta en las tres décadas en que la regentó. Igualmente dio a la luz los primeros programas de ‘ferias y fiestas’ de pequeños pueblos de Almería, cuyos ayuntamientos apenas si podían pagar los gastos municipales. Años pasaban sin que aquellos humildes consistorios pudieran librar fondos para satisfacer su deuda con la imprenta; pero sabían que la paciencia de Bretones era ilimitada. De la revista religiosa María Madre llegó a imprimir 20.000 ejemplares mensuales. Los folletos de la cadena alimenticia SPAR veían luz en su imprenta. Los primeros callejeros y guías turísticas de la provincia salieron de sus viejas máquinas, al igual que los programas del desaparecido Festival de la Canción de Almería.
Pero su labor más reconocida fue su aportación al resurgir de la Semana Santa de nuestra ciudad en los años 80. A falta de casas de hermandad, en su imprenta se reunían los entonces jóvenes cofrades que intentaban ‘resucitarla’. Pepe Bretones los acogía hasta elevadas horas de la noche y les imprimía los primeros programas de mano y carteles. "Ya hablaremos del pago", era la despedida habitual de los hermanos mayores. La imprenta Bretones era también entrañable lugar de encuentro y tertulias vecinales. Comunicaciones, paquetes o cartas a ausentes se dejaban siempre allí. Su arcaico teléfono de pared era el de toda la vecindad. Las llaves de los coches aparcados ‘un par de minutos’ sobre las aceras las dejaban en la imprenta 'por si viene un guardia'. Las puertas de su imprenta y de su corazón estaban siempre abiertas a todo aquel que se le acercase. Jamás dejó marchar a nadie de su imprenta sin un consuelo. Hasta que le llegó la hora de la jubilación, en plena juventud de espíritu. Pero el portón de su vieja imprenta continuó abierto, ya sin labor interna, ‘para que los vecinos tuvieran donde pasar un ratico de charla y leer el periódico’.
Dos años después lo cerró para siempre e instaló su imprenta en el cielo. Fue el 29 de marzo de 1999, a los 65 años recién cumplidos. Semana Santa tenía que ser… Había nacido el 8 de enero de 1934. Aquel mismo verano, la Agrupación de Cofradías colocó una placa en la puerta del viejo local de plaza Bendicho. El 2 de febrero de 2004, el pleno del ayuntamiento de Almería acordó denominar una calle en una zona de nueva urbanización ‘Impresor José Bretones’. La cofradía de Estudiantes creó un galardón que lleva su nombre. Fue un hombre bueno y sencillo que en vida siempre rehuyó los homenajes y reconocimientos públicos. Desde el cielo estará reprochando estas líneas in memoriam.