Antonio CARMONA GALLARDO


CARMONA GALLARDO, Antonio (Vera, 1940 - Vera, 2013). Hostelero.


Los Carmona fueron en Vera, desde varias generaciones atrás, una familia vinculada a la venta de vinos y aguardientes. Apañaban un carro y, tras parar una noche a descansar en una venta, llegaban hasta Jumilla, Yecla o Monóvar a por pellejos cargados de morapio de cosecha. De vuelta los revendían a granel a las tabernas de su pueblo o en los mercados de Cuevas o Garrucha para alegrar el alma de tantos parroquianos.

Fue Ginés Carmona García, nacido en 1905, abuelo de los actuales carmonas, el que tomó el testigo de sus ancestros en esa actividad vinatera y el que siguió viajando una vez a la semana hasta las grandes bodegas de La Mancha con una moto que se compró cuando era aún un jovencillo.

Abrió un bar que se convirtió en poco tiempo en uno de los de más nombradía de Vera, frecuentado sobre todo por placeros, tratantes de ganado y por clientes del sacamuelas que acudían tras la intervención a aliviarse el dolor con media botella de Jumilla. Y después abrió una terraza con una pantalla de cine, pero falleció en 1956 cuando su hijo Antonio Carmona Gallardo tenía tan solo 16 años y fue quien tomó el testigo.

Acababa de morir su padre, tuvo que volver del colegio de Orihuela y, tras enterrarlo y como hijo único que era, junto a su madre, tuvo que tomar las riendas del negocio hostelero familiar. Beatriz alentaba a su hijo a que se hiciera con la Terraza para que toda la obra de su fallecido marido no se malvendiera, aunque la ilusión juvenil de Antonio, entonces, era haber podido seguir estudiando una carrera.

San Cleofás ya estaba encima, pero ese año no estaba ya el autor de sus días para organizar las verbenas. Antonio se puso manos a la obra con una libreta y un lápiz en la oreja, y con el apoyo de adultos que lo arroparon, como su tío Frasquito Gallardo o Cristóbal Clemente, contrató la orquesta para el concurso de misses para la feria de ese año, adecentó la pista de baile, preparó las mesas y las sillas de tijera, descorrió la lona del cine para el escenario y surtió la intendencia del bar de licores y entremeses. El resultado fue que los veratenses tuvieron su baile y su verbena, como siempre, en la Terraza Carmona, donde brillaron los mantones de manila y los claveles en el ojal, por el empeño de un crío que, con el tiempo, se convirtió en embajador permanente de su pueblo y en el más firme defensor de la tradición en los fogones almerienses, el Robín Hood de los platos pobres de cuchara.

En 1965 se casó Antonio con Manuela Baraza, que tenía entonces 19 años, el mayor puntal de su vida, y le dijo “vamos a seguir adelante, Manola”. Acristaló la mitad de la Terraza para las mesas y empezó a hacer un nuevo restaurante teniendo como base los platos de gurullos, de trigo, la cuajadera y los escabeches que preparaba su madre Beatriz y que ya habían adquirido cierto predicamento en el primitivo barecillo junto al cine. Manola, su mujer, fue haciéndose cargo de la cocina mientras que paría hijos –siete en total- con la alianza de su suegra que empezaba a quedarse ciega, pero que conservaba en la cabeza los mejunjes y las proporciones secretas de las especias como si fueran la fórmula de la Coca-Cola.

La Terraza se convirtió en parada y fonda de todos los viajantes de la comarca del Levante almeriense. Empezaron también, los Carmona, con las celebraciones, las bodas y los banquetes. A golpe de voluntad, de llevar a gala aquello de Cela de que ‘el que resiste gana’, Carmona salvó una gastronomía de campesinos y menestrales que sucumbía y la paseó por medio mundo, desde Berlín hasta Bruselas, desde México a Tokio.

Falleció en julio de 2013, en plena canícula, y colas y colas de veratenses en particular y almerienses en general, se prodigaron en la Plaza Mayor para dar el pésame a sus familiares y decenas de coronas de flores coloreaban el coche fúnebre que esperaba junto al viejo casino para su último viaje.



León González Manuel





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