“Y me privo en la noche de mis pocas horas de reposo, para distraer a mis semejantes, para ver si puedo mejorar nuestras costumbres…”
Gabriel Fernández Guillén es uno de los escritores almerienses más prolíficos y desconocidos. Nació en Dalias el 1 de enero de 1814, aunque su infancia la pasó en Berja. En un artículo publicado en el periódico La Educación en 1867 hace referencia a este pueblo como lugar de su infancia "Culto pueblo de Berja, en cuyo recinto de flores y alegría, bajo cuyo cielo espléndido y riente pasamos los preciosos días de la infancia”. Casado con Dolores Lirola Rubio, de Dalías, tuvo una hija, Eugenia.
Maestro de escuela, pedagogo, escritor y periodista, desarrollará su carrera profesional y literaria entre Adra, Almería y Madrid. Así, describe en el prólogo de una de sus obras las dos pasiones que marcarán su vida, la enseñanza y la escritura: “Alejado de la sociedad y de la política, consagro mis días a fomentar la educación de la infancia y las noches a luchar sin tregua con las Musas”.
Fue maestro de la escuela en Adra de 1845 a 1855. En mayo de 1855 es nombrado secretario de la Comisión Superior de Instrucción Primaria de la provincia y, en noviembre de ese año, renuncia definitivamente a la escuela de Adra.
En 1858 se traslada a Madrid donde continuará su trabajo como maestro, llegando a ser director de las Escuelas Públicas de Madrid, y donde comenzará una labor periodística, de infatigable defensor del magisterio dirigiendo el periódico La Educación desde 1858.
Como su encabezado pregonaba, La Educación pretendía ser un "incansable defensor de lo que cree justo y bueno a la Instrucción primaria y de la honra y suerte del Magisterio”. Uno de sus objetivos fue hacer llegar los problemas y las quejas de los maestros a aquellas personas influyentes del Gobierno en cuyas manos estaba la suerte de la educación. Así en 1869, señalaba el esfuerzo que se estaba realizando: "de cada número repartimos más de trescientos a los señores Diputados y hombres influyentes en nuestro ramo, y ahora vamos a mandar a los señores Gobernadores y Juntas el número correspondiente a las quejas que se nos den de su respectiva provincia. Así nos oirán y así juzgaremos y obraremos”.
La Educación se imprimía en un formato de octavo mayor, 20 x 14 cm, publicándose cada 10 días. Así, de forma ininterrumpida durante 12 años, hasta 1869. Su labor al frente del periódico fue reconocida como la de un hombre “que consagró su vida a enaltecer el Magisterio, y a fijar la opinión en cuanto necesitaran las Escuelas”. En este mismo año también comenzó a publicar una pequeña revista infantil titulada Guía de la infancia. Así la comenta el periódico La discusión pedagógica: "Consta de 16 páginas en buen papel, escogida impresión y adornada con viñetas”.
Escritor vocacional, decía de sí mismo que “apenas abrí los ojos para ver y gozar de este mundo de ternura, de amor y felicidad, vi una pluma en mi cuna, en actitud de flecha que se dirigía a mi corazón…”. Publicó más de una treintena de obras, dirigidas en su mayor parte a la formación de los niños, comedias, zarzuelas, poesías y obras pedagógicas. Las primeras se publicaron en las imprentas almerienses de Mariano Álvarez y Antonio Cordero. En 1853, con un claro objetivo pedagógico, publicó su Higiene y primeros socorros. Regalo precioso para la infancia y el pueblo y su Cartilla libro para leer pronto y bien. Ambos libros fueron premiados, recomendados y varias veces reeditados. En la década de 1850 comienza a publicar en Almería, dentro del llamado Repertorio dramático y poesías Líricas, una serie de obras que se van ofreciendo en forma de entregas a los suscriptores por la imprenta de don Antonio Cordero.
Uno de sus principales logros fue la utilización pionera del teatro como instrumento de educación. Para ello crea obras adaptadas a los niños de enseñanza primaria con un doble objetivo: trasmitir valores morales y religiosos y utilizar el teatro como un nuevo método de enseñanza que sirva de estímulo para el reconocimiento social de la labor del maestro y de la educación. Así decía: “Nosotros somos los primeros en España que hemos iniciado este elemento feliz de educación, que hemos llevado al alma de los niños esta fuente de sentimiento moral y religioso, que tanto ha influido en las costumbres”. Una prueba de la repercusión que tuvieron sus obras para niños fue las representaciones que se realizaron de ellas en el teatro del Circo de Madrid en diciembre de 1862, con la asistencia de la reina Isabel II y sus hijos.
Gabriel Fernández murió en la miseria, el 20 de febrero de 1872.