Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada, desempeñó labores administrativas como secretario en la Delegación de Información y Turismo de Mallorca, delegado provincial en Tarragona y director de la Jefatura de Servicio de Madrid.

      Fue un cronista escrupuloso de su añorado pueblo y de su infancia tijoleña y, como tal, uno de los hijos más enamorados de la provincia. En Tíjola en mi recuerdo (2000) recreó sus peripecias infantiles con una mirada nostálgica de gran calado que buceó no sólo en la memoria personal, sino también en la colectiva, pues rememora la emigración de posguerra hacia tierras catalanas y hace recuento de todas las gentes y personas memorables, calles, edificios civiles y religiosos y leyendas arcaicas relacionadas con su pueblo. Todo ello con una visión nostálgica, lírica y mítica que lo acerca en los momentos mejores al Juan Ramón de Platero y yo.

      Durante la última década de su vida se dedicó infatigablemente a la recuperación y ensalzamiento de algunos puntos desconocidos u olvidados de la historia de Tíjola. Para esta labor debió adentrarse en disciplinas ajenas a su formación, como la Arqueología y la Simbología religiosa para estudiar el El ídolo de Tíjola (1988), de origen ibero; en la Lingüística histórica para descubrir el origen de la toponimia tijoleña Sobre los nombres del pueblo: de toponimia tijoleña (1991); o en Biografía para sacar del olvido a Fidela Campiña, una cantante de ópera de los años veinte: Fidela Campiña, una tijoleña universal. Reparación de un olvido (1990).