La metrópolis norteafricana de Cairuán y Almería mantuvieron estrechas y fructíferas relaciones. Uno de los muchísimos ejemplos es este cairuaní que, tras formarse en su ciudad natal y es posible que, en otras latitudes, recaló en Almería, donde se estableció.

Este sabio religioso estuvo muy interesado en la interpretación de los sueños; de ahí que le dieran el sobrenombre de al-Ábir (el intérprete de los sueños) que algunos confunden con al-Ábid (el piadoso) por la similitud de las dos palabras en el árabe manuscrito.

En Almería se dedicó a la enseñanza, contando con múltiples discípulos. A través de algunos de ellos llegaron noticias de su existencia a su biógrafo el cordobés Ibn Bashkuwal. En el caso del que más tarde será cadí de Almería, Ibn Atiya, llegó a conocerlo personalmente.

Entre los discípulos que tuvo se destaca a Abú Abdallah Muhámmad b. Áhmad b. Jálaf, conocido como [Ibn] al-Hamzi (Almería, ¿? – Almería, aprox. 1144), que llegó a ser uno de los cuatro predicadores con los que contó en la época almorávide la Aljama almeriense.

Falleció en Almería entre el año 1088 y 1090, es decir al final de la época de las taifas. La oración fúnebre la pronunció Abú Abdallah Ibn al-Farrá (el descendiente del peletero) que llegó a ser cadí de Almería (m. en la batalla de Cutanda, 1120)